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Citas sobre CASA ROXANA, página 10

Renacimiento

Te despiertas siempre en los ojos de otros,
el pulso de la tierra baja por la noche.

Las cruces se transforman en árboles,
nidos con huevos de cuchillo por las ramas.

El reloj suena de forma oculta
a tu puerta de arcilla que está en gestación.

Los reyes despiertos buscan a los del servicio,
tú – solo a las zapatillas de casa.

Haces referencia directa a los rayos del sol
que provocan grietas en el suelo.

Hierbas mareadas y vertiginosas
suben hasta el pico de las piedras funerarias.

Alguien renace, alguien fallece,
pájaros en peligro de extinción.

poema de Andrei LangaInformarnos sobre un problema/apéndiceCitas similares
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Miguel de Unamuno

Hay ojos que miran, hay ojos que sueñan...

Hay ojos que miran, -hay ojos que sueñan,
hay ojos que llaman, -hay ojos que esperan,
hay ojos que ríen -risa placentera,
hay ojos que lloran -con llanto de pena,
unos hacia adentro -otros hacia fuera.

Son como las flores -que cría la tierra.
Mas tus ojos verdes, -mi eterna Teresa,
los que están haciendo -tu mano de hierba,
me miran, me sueñan, -me llaman, me esperan,
me ríen rientes -risa placentera,
me lloran llorosos -con llanto de pena,
desde tierra adentro, -desde tierra afuera.

En tus ojos nazco, -tus ojos me crean,
vivo yo en tus ojos -el sol de mi esfera,
en tus ojos muero, -mi casa y vereda,
tus ojos mi tumba, -tus ojos mi tierra.

poema de Miguel de UnamunoInformarnos sobre un problema/apéndiceCitas similares
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Mark Twain

Empezó a pasar demasiado tiempo rondando por casa de la viuda, así que ella por fin le dijo que si no de-jaba de rondar por ahí le iba a buscar algún problema. Diablo cómo se puso. Dijo que iba a demostrar quién mandaba en Huck Finn. Así que un día me estuvo esperando en la fuente, me agarró y me llevó río arriba tres millas en un bote y cruzó al lado de Illinois, donde había bosques y no había más casas que una vieja cabaña de troncos en un sitio con tantos árboles que no se podía encontrar si no se sabía el camino ya antes. Me llevaba siempre con él y nunca tuve la oportunidad de escaparme. Vivimos en aquella cabaña y siempre cerraba la puerta con llave; por las noches se acostaba con ella debajo de la almohada.

Mark Twain en Las aventuras de Huckleberry Finn (1884)Informarnos sobre un problema/apéndiceCitas similares
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Un día llamé a Bill y le dije: 'Tengo un nuevo personaje llamado The Bat-Man y he realizado algunos bocetos elementales que me gustaría que vieras'. Poco después, llegó a mi casa y le mostré mis dibujos. En ese momento, sólo le había dibujado una pequeña máscara, similar a la que portaría eventualmente Robin. Bill me dijo: '¿Por qué no lo hacemos lucir más como un murciélago, dibujándole una capucha con dos hendiduras en los ojos, con tal de hacerlo más misterioso?' Hasta entonces, The Bat-Man vestía un traje rojo; las alas, los calzones y la máscara eran de color negro. Yo pensaba que el rojo y el negro serían una buena combinación, sin embargo Bill me dijo que la vestimenta resultaba demasiado brillante, sugiriéndome al respecto: 'Coloréalo de gris oscuro para darle un toque más siniestro'.

Bob Kane en Autobiografía (1989)Informarnos sobre un problema/apéndiceCitas similares
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Segundo Llorente

¿No podría ir a un asilo de ancianos? Sí podría; pero para eso siempre queda tiempo. Mientras pueda valerse, no piensa ir; porque la libertad no se compra con todo el oro del mundo. Ha vivido en esta casa 52 años seguidos, los suficientes para echar en ella raíces que llegan al centro de la tierra. Yo la visito todos los lunes. Hablamos de todo. Me lo cuenta todo. La entretengo con historias de Alaska. En mi afán de arrimar el ascua a mi sardina, salgo con temas sobrenaturales, como por ejemplo: que ella pudiera muy bien ir derecha al cielo sin pasar por el purgatorio si ofrece sus sufrimientos tanto los exteriores como los interiores y los une a los de Cristo en la cruz. Eso la convertiría en un Cristo viviente y doliente y la transformaría en corredentora por participación. Siempre que voy llevo preparados algunos chistes que la hacen reír hasta que la invade la tos. Yo pienso: hacer reír a doña Inés es la decimaquinta obra de misericordia.

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Imre Kertész

Cuando salía para la escuela, también mi madrastra se sinceró conmigo. Estábamos a solas, en la entrada de casa y me dijo que en aquel día tan triste para todos nosotros esperaba "contar con un comportamiento adecuado" por mi parte. No sabía qué responderle, así pues no dije nada. Quizá haya interpretado mal mi silencio, porque continuó diciéndome que no había querido herir mi sensibilidad y que sabía que su advertencia era, en realidad, innecesaria. Estaba segura de que yo, un muchacho de quince años, era perfectamente capaz de calibrar la "gravedad del golpe que habíamos recibido"; ésas fueron sus palabras. Asentí con la cabeza y vi que con eso le bastaba. Entonces, hizo un gesto con la mano, y temí que fuera a abrazarme. No lo hizo, se limitó a soltar un largo y profundo suspiro entrecortado. Me di cuenta de que sus ojos se ponían húmedos; me sentí incómodo. Después, me dejó ir. Fui andando desde la escuela hasta el almacén. Era una mañana limpia y tibia para ser el principio de la primavera. Hubiera podido desabrochar mi abrigo, pero desistí: la ligera brisa podía haber hecho que las solapas hubieran ocultado de manera antirreglamentaria mi estrella amarilla.

Imre Kertész en Sin destino (1975)Informarnos sobre un problema/apéndiceCitas similares
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Fernando Quiñones

Red cautivadora

En la extensión mojada,
lejos de las habitaciones y las leyes,
desveló el nuevo día,
alto ya el sol, una congoja
de salinas y esteros (charcos) extasiados, de rostros
quemados en el mar, de vida quieta
y esperante, bajo la luz del Sur.

Había una charca negra. Los cardúmenes (bancos de peces),
desposeídos antes de su casa sin límite,
arreados más tarde
por las grandes cuadrículas amargas de la sal,
giraban en silencio; hacia la superficie
se conmovió lo negro de repente
en vastos y callados remolinos, como si contuviera
una culpa incallable, mas no llegó a brillar
un anhelante lomo que del aire
lo esperase aún todo.

Hundiéndose hasta el pecho entonces

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Reincorporación

De madrugada, al alba, eres despertado
y pones sobre ti la manta tirada
durante la noche como un vestido innecesario.

El proceso de la reincorporación es lento
o puede ser rápido, depende del impacto
con las ramas tembladoras de fuera.

Miras, juegas sobre los arrecifes de nubes,
con los rayos del sol, apresurados
por el polvo volador de los bemoles.

Los verbos vivos vuelan y ellos alrededor,
salen de la casa estática junto a ti,
con tus padres que se van a azadonar.

Caminas por senderos oscuros, húmedos,
pisas sobre espinas escondidas entre las hierbas
hasta que se te hinchan las plantas de los pies.

[...] Leer más

poema de Andrei LangaInformarnos sobre un problema/apéndiceCitas similares
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Fernando Pessoa

El guardador de rebaños

El guardador de rebaños
En un medio día de fin de primavera
Tuve un sueño como una fotografía.
Vi a Jesucristo descender a la tierra.
Vino por la ladera de un monte
Tornado otra vez niño,
A correr y a revolcarse por la hierba
Y a arrancar flores para tirarlas luego
Y a reírse de modo que lo escuchen de lejos.

Había huido del cielo.
Era demasiado nuestro para fingirse
La segunda persona de la Trinidad.
En el cielo era todo falso, todo en desacuerdo
Con flores y árboles y piedras.
En el cielo había que estar siempre serio
Y de vez en cuando tornarse otra vez hombre
Y subir a la cruz, y estar siempre muriendo

Con una corona toda alrededor de espinas

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poema de Fernando Pessoa en El yo profundo y los otros yos, traducido por Graciela VolcoInformarnos sobre un problema/apéndiceCitas similares
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