Empezó a pasar demasiado tiempo rondando por casa de la viuda, asà que ella por fin le dijo que si no de-jaba de rondar por ahà le iba a buscar algún problema. Diablo cómo se puso. Dijo que iba a demostrar quién mandaba en Huck Finn. Asà que un dÃa me estuvo esperando en la fuente, me agarró y me llevó rÃo arriba tres millas en un bote y cruzó al lado de Illinois, donde habÃa bosques y no habÃa más casas que una vieja cabaña de troncos en un sitio con tantos árboles que no se podÃa encontrar si no se sabÃa el camino ya antes. Me llevaba siempre con él y nunca tuve la oportunidad de escaparme. Vivimos en aquella cabaña y siempre cerraba la puerta con llave; por las noches se acostaba con ella debajo de la almohada.
Mark Twain en Las aventuras de Huckleberry Finn (1884)
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Nunca fantaseé con Rita Hayworth. Iba maqueada, lacada, barnizada, depilada, inyectada y emperifollada. Despidió a mi padre antes de que el matrimonio Hilliker-Ellroy implosionara. Rita era el deus ex machina por defecto de mi padre. Mi padre tenÃa una relación relajada con Rita. Era ella quien la habÃa terminado, no él. HabÃa más relaciones relajadas por delante. HabÃa otras Ritas por ahÃ. Ya se buscarÃa una.
James Ellroy en A la caza de la mujer (2010)
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La última imagen que su madre tenÃa de él era la de su paso fugaz por el dormitorio. La habÃa despertado cuando trataba de encontrar a tientas una aspirina en el botiquÃn del baño, y ella encendió la luz y lo vio aparecer en la puerta con el vaso de agua en la mano, como habÃa de recordarlo para siempre. Santiago Nasar le contó entonces el sueño, pero ella no les puso atención a los árboles.
Gabriel GarcÃa Márquez en Crónica de una muerte anunciada (1981)
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Grupo
Llevaban un montón de tiempo conviviendo.
Y habÃan empezado a repetirse un poco:
Él era ella,
Y ella era él.
Ella era ella,
Y él, era ella también.
Ella a veces era o no era,
Entonces él llegaba a ser ellas,
O algo asÃ, por el estilo.
Por la mañana sobre todo,
Hasta que conseguÃan terminar de deslindarse
Quién era quién,
Dónde empezaban y dónde acababan,
¡Por qué asà y no de otro modo,
PerdÃan un sinfin de horas!
Pasaba el tiempo como por un rÃo llevado.
Trataban hasta de besarse a veces,
Pero de pronto descubrÃan,
Que ambos eran ella.
Más fáciles de repetir.
Y asustados, se ponÃan, pues
A bostezar.
Era un bostezo asÃ,
De lana suave
Que hasta se podÃa tricotar
De la siguiente forma:
Una de ellas bostezaba muy atenta,
Mientras la otra sujetaba el ovillo.
poema de Marin Sorescu, traducido por Catalina Iliescu
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Fábula de la sirena y los borrachos
Todos estos señores estaban dentro
cuando ella entró completamente desnuda
ellos habÃan bebido y comenzaron a escupirla
ella no entendÃa nada recién salÃa del rio
era una sirena que se habÃa extraviado
los insultos corrÃan sobre su carne lisa
la inmundicia cubrió sus pechos de oro
ella no sabÃa llorar por eso no lloraba
no sabÃa vestirse por eso no se vestÃa
la tatuaron con cigarrillos y con corchos quemados
y reÃan hasta caer al suelo de la taberna
ella no hablaba porque no sabÃa hablar
sus ojos eran color de amor distante
sus brazos construÃdos de topacios gemelos
sus labios se cortaron en la luz del coral
y de pronto salió por esa puerta
apenas entro al rio quedó limpia
relució como una piedra blanca en la lluvia
y sin mirar atrás nadó de nuevo
nadó hacia nunca más hacia morir.
poema de Pablo Neruda en Regresó la sirena (1954)
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Manos Vacias
Hoy ya ha vuelto a darme por pensar
que el diablo vino a dar, hoy mi alma
no es tan cara.
En las calles de esta ciudad
no te pares a buscar
los secretos de las
despedidas.
No pensaras, que iba
marcharme con las manos vacias
por ti, no, no, no, no
No pensaras, que iba
marcharme con las manos vacias
por ti, mmmmmmmm.
No me acostumbro a perder
pero juego por placer
y es el juego el que
me da la vida.
No me acostumbro a perder
pero juego por placer
y es el juego, si oh si
me da la vida.
Puede que me canse del alcohol
y que esta noche salga el sol
pero quien, lo necesita.
Nunca sopla el viento a favor
cuando se trata del amor
y pretendes, ir de prisa
No pensaras, que iba
marcharme con las manos vacias
por ti, no, no, no, no
No pensaras, que iba
marcharme con las manos vacias
por ti, mmmmmmmm.
No me acostumbro a perder
pero juego por placer
y es el juego el que
me da la vida.
No me acostumbro a perder
pero juego por placer
y es el juego el que
me da la vida.
No me acostumbro a perder
pero juego por placer
y es el juego si
me da la vida.
No me acostumbro a perder
pero juego por placer
y es el juego, es el juego
me da la vida.
no me acostumbro a perder
no me acostumbro a perder
y es el juego si oh si me da la vida.
no me acostumbro a perder
y es el juego si el juego me da la vida.
no me acostumbro a perder
y es el juego si me da la vida.
Con las manos vacias por ti.
canción interpretada por Miguel Bosé en Los Chicos No Lloran
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La casada infiel
Y que yo me la llevé al rÃo
creyendo que era mozuela,
pero tenÃa marido.
Fue la noche de Santiago
y casi por compromiso.
Se apagaron los faroles
y se encendieron los grillos.
En las últimas esquinas
toqué sus pechos dormidos,
y se me abrieron de pronto
como ramos de jacintos.
El almidón de su enagua
me sonaba en el oÃdo
como una pieza de seda
rasgada por diez cuchillos.
Sin luz de plata en sus copas
los árboles han crecido,
y un horizonte de perros
ladra muy lejos del rÃo.
Pasadas las zarzamoras,
los juncos y los espinos,
bajo su mata de pelo
hice un hoyo sobre el limo.
Yo me quite la corbata.
Ella se quitó el vestido.
Yo el cinturón con revólver.
Ella sus cuatro corpiños.
Ni nardos ni caracolas
tienen el cutis tan fino,
ni los cristales con luna
relumbran con ese brillo.
Sus muslos se me escapan
como peces sorprendidos,
la mitad llenos de lumbre,
la mitad llenos de frÃo.
Aquella noche corrÃ
el mejor de los caminos,
montado en potra de nácar
sin bridas y sin estribos.
No quiero decir, por hombre,
las cosas que ella me dijo.
La luz del entendimiento
me hace ser muy comedido.
Sucia de besos y arena,
yo me la llevé al rÃo.
Con el aire se batÃan
las espaldas de los lirios.
Me porté como quien soy.
Como un gitano legÃtimo.
Le regalé un costurero
grande, de raso pajizo,
y no quise enamorarme
porque teniendo marido
me dijo que era mozuela
cuando la llevaba al rÃo
poema de Federico GarcÃa Lorca en Romancero Gitano (1928)
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Soneto de Fidelidad
De todo, a mi amor estaré atento
Antes, con tal celo, y siempre y tanto
Que, aún enfrentando el mayor encanto
Más ha de encantarse mi pensamiento.
Quiero vivirlo en cada vano momento
Y en su honor esparcir mi canto
Y reÃr mi risa y derramar mi llanto
Con su pesar, con su contento.
Y asÃ, cuanto más tarde me procure
Quién sabe la muerte, angustia de quien vive,
Quién sabe la soledad, fin de quien ama,
Pueda decirme del amor (que tuve):
Que no sea inmortal, puesto que es llama,
Pero sà infinito, por cuanto dure.
poema de VinÃcius de Moraes (1960)
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El guardador de rebaños
El guardador de rebaños
En un medio dÃa de fin de primavera
Tuve un sueño como una fotografÃa.
Vi a Jesucristo descender a la tierra.
Vino por la ladera de un monte
Tornado otra vez niño,
A correr y a revolcarse por la hierba
Y a arrancar flores para tirarlas luego
Y a reÃrse de modo que lo escuchen de lejos.
HabÃa huido del cielo.
Era demasiado nuestro para fingirse
La segunda persona de la Trinidad.
En el cielo era todo falso, todo en desacuerdo
Con flores y árboles y piedras.
En el cielo habÃa que estar siempre serio
Y de vez en cuando tornarse otra vez hombre
Y subir a la cruz, y estar siempre muriendo
Con una corona toda alrededor de espinas
Y los pies atravesados por un clavo con cabeza,
Y hasta con un trapo alrededor de la cintura
Como los negros de las ilustraciones.
Ni siquiera lo dejaban tener padre y madre
Como los otros niños.
Su padre era dos personas:
Un viejo llamado José, que era carpintero.
Y que no era su padre;
Y el otro padre era una paloma estúpida,
La única paloma fea del mundo
Porque no era del mundo ni era paloma.
Y su madre no habÃa amado antes de tenerlo.
No era mujer: era una valija
En la que habÃa venido del cielo.
Y querÃan que él, que solo naciera de madre,
Y nunca tuviera un padre para amar con respeto,
Pregase la bondad y la justicia!
Un dÃa que Dios estaba durmiendo
Y el EspÃritu Santo andaba volando,
Él fue a la caja de los milagros y robó tres.
Con el primero hizo que nadie supiera que habÃa huido.
Con el segundo se hizo eternamente humano y niño.
Con el tercero creó un Cristo eternamente en la cruz
Y lo dejó clavado en la cruz que hay en el cielo
Y sirve de modelo a las otras.
Después huyó hacia el sol
Y descendió por el primer rayo que encontró.
Hoy vive en mi aldea conmigo.
Es un niño de risa bonita y natural.
Limpia la nariz con el brazo derecho,
Chapotea en los charcos de agua,
Recoge flores, las disfruta y después las olvida.
Les tira piedras a los burros,
Roba fruta en las plantaciones
Y huye llorando y gritando por los perros.
Y, porque sabe que a ellas no les gusta
Y que a todos les causa gracia,
Corre atrás de las muchachas
Que van en grupo por los caminos
Con tinas de agua en las cabezas
Y les levanta las polleras.
A mi me enseñó todo.
Me enseñó a observar las cosas
Me señala todas las cosas que hay en las flores.
Me muestra como son graciosas las piedras
Cuando uno las tiene en la mano
Y las observa lentamente.
... Él vive conmigo en mi casa en medio de la colina.
Él es el Niño Eterno, el dios que faltaba.
Él es lo humano que es natural,
Él es lo divino que sonrÃe y juega.
Y por eso es que yo se con toda certeza
Que él es el Niño Jesús verdadero.
Y el niño tan humano que es divino
Es esta mi cotidiana vida de poeta,
Y es porque él anda siempre conmigo que yo soy poeta siempre.
Y que mi más mÃnima mirada
Me llena de sensación,
Y el más pequeño sonido, sea de lo que sea,
Parece hablar conmigo.
El Niño Nuevo que habita donde vivo
Me da una mano a mi
Y la otra a todo lo que existe
Y asà vamos los tres por el camino venidero,
Saltando y cantando y riendo
Y gozando de nuestro secreto común
Que es el de saber por todas partes
Que no hay misterio en el mundo
Y que todo vale la pena.
El Niño Eterno me acompaña siempre.
La dirección de mi mirada es su dedo señalando.
Mi oÃdo atento alegremente a todos los sonidos
Son las cosquillas que él me hace, jugando, en las orejas.
Nos llevamos tan bien el uno con el otro
En compañÃa de todo
Que nunca pensamos el uno en el otro,
Pero vivimos juntos los dos
En un acuerdo Ãntimo
Como la mano derecha con la izquierda.
Al anochecer jugamos a las cinco piedritas
En el escalón de la puerta de casa,
Graves como corresponde a un dios y a un poeta,
Y como si cada piedra
Fuese todo un universo
Y fuera por eso un gran peligro para ella
Dejarla caer al suelo.
Después yo le cuento historias de las cosas de los hombres
Y él sonrÃe, porque todo es increÃble.
Se rÃe de los reyes y de los que no son reyes,
Y siente pena al oÃr hablar de las guerras,
Y de los negocios, y de los navÃos
Que dejan humo en el aire de altamar.
Porque él sabe que todo eso falta a aquella verdad
Que una flor tiene al florecer
Y que anda con la luz del sol
Modificando los montes y los valles
Y haciendo doler los ojos por la claridad de los muros.
Después el se adormece y yo lo acuesto.
Lo llevo a upa para dentro de casa
Y lo acuesto, desnudándolo lentamente
Como siguiendo un ritual muy limpio
Y todo materno hasta que queda desnudo.
Él duerme dentro de mi alma
Y a veces despierta de noche
Y juega con mis sueños.
Los da vuelta patas para arriba,
Pone unos encima de los otros
Y aplaude solo
Sonriéndole a mi sueño.
Cuando yo muera, hijito,
Sea yo el niño, el más pequeño.
Alzame vos a upa
Y llevame adentro de tu casa.
Desviste mi ser cansado y humano
Y acostame en tu cama.
Y contame historias, si despierto,
Para volverme a adormecer.
Y dame sueños tuyos para jugar
Hasta que nazca algún dÃa
Que vos sabés cual es.
Esta es la historia de mi Niño Jesús.
¿Por que razón que se perciba
No ha de ser ella mas verdadera
Que todo lo que los filósofos piensan
Y todo lo que las religiones enseñan?
poema de Fernando Pessoa en El yo profundo y los otros yos, traducido por Graciela Volco
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Pero el que más se admiró fue Sancho Panza, por parecerle -como era asà verdad- que en todos los dÃas de su vida habÃa visto tan hermosa criatura; y asÃ, preguntó al cura con grande ahÃnco le dijese quién era aquella tan fermosa señora, y qué era lo que buscaba por aquellos andurriales.
Miguel de Cervantes Saavedra en El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (1605)
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¿No podrÃa ir a un asilo de ancianos? Sà podrÃa; pero para eso siempre queda tiempo. Mientras pueda valerse, no piensa ir; porque la libertad no se compra con todo el oro del mundo. Ha vivido en esta casa 52 años seguidos, los suficientes para echar en ella raÃces que llegan al centro de la tierra. Yo la visito todos los lunes. Hablamos de todo. Me lo cuenta todo. La entretengo con historias de Alaska. En mi afán de arrimar el ascua a mi sardina, salgo con temas sobrenaturales, como por ejemplo: que ella pudiera muy bien ir derecha al cielo sin pasar por el purgatorio si ofrece sus sufrimientos tanto los exteriores como los interiores y los une a los de Cristo en la cruz. Eso la convertirÃa en un Cristo viviente y doliente y la transformarÃa en corredentora por participación. Siempre que voy llevo preparados algunos chistes que la hacen reÃr hasta que la invade la tos. Yo pienso: hacer reÃr a doña Inés es la decimaquinta obra de misericordia.
cita de Segundo Llorente
Añadido por Dan Costinaş
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Loca
Loca (Loca)
No te pongas bruto
Loca
Que te la bebe’
Dance or Die (Loca)
El está por mi y por ti borró
Y eso que tú tienes to’
Y yo ni un KikÃ
El está por mi
Y por ti borró (borró)
Y eso que tú tienes to’
Y yo ni un KikÃ
Ella se hace la bruta pa’ cotizar
Cinco minutitos de su saldo del celu contigo
Te cotorrea el oÃdo pa’ tenerte en alta
Ella muere por ti, tu por mi es que matas.
Sigo tranquila como una paloma de e’quina
Mientras ella se pasa en su BM
Mira yo de aquà no me voy, se que está está por mÃ
Y ninguna va poder quitármelo de un tirón
Yo soy loca con mi tigre
Loca, Loca, Loca
Soy loca con mi tigre
Loca, Loca, Loca
Soy loca con mi tigre
(Loca, Loca, Loca)
Soy Loca con mi tigre
(Loca, Loca, Loca)
El está por mÃ
Y por ti borró (borró)
Y eso que tú tienes to’
Y yo ni un KikÃ
El está por mÃ
Y por ti borró (borró)
Y eso que tú tienes to’
Y yo ni un KikÃ
Mientras ella te complace con todos tus caprichos
Yo te llevo al malecón por un caminito
Me dicen que tu novia anda con un rifle
Porque te vio bailando mambo pa’ mi
¿Qué no lo permite?
Yo no tengo la culpa de que tú te enamore’
Mientras él te compra flores yo compro condo’ (whooo)
Yo soy loca con mi tigre
Cuanto más rayas mejor
Y mira, eso es lo que dicen
Yo soy loca con mi tigre
Loca, Loca, Loca
Soy loca con mi tigre
Loca, Loca, Loca
Soy loca con mi tigre
(Loca, Loca, Loca)
Soy Loca con mi tigre
(Loca, Loca, Loca)
Dios mio! (ah)
Se colán lo ra-ta-ta
No te ponga’ bruto
Que te la bebe
Loca (Loca)
Loca.
canción interpretada por Shakira
Añadido por Simona Enache
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El rey ordenó a su visir que cada noche le llevara una virgen y cuando la noche habÃa transcurrido mandaba que la matasen. Asà estuvo haciendo durante tres años y en la ciudad no habÃa ya ninguna doncella que pudiera servir para los asaltos de este cabalgador. Pero el visir tenÃa una hija de gran hermosura llamada Scheherazade... y era muy elocuente y daba gusto oÃrla.
en Las mil y una noches
Añadido por Dan Costinaş
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Un dÃa llamé a Bill y le dije: 'Tengo un nuevo personaje llamado The Bat-Man y he realizado algunos bocetos elementales que me gustarÃa que vieras'. Poco después, llegó a mi casa y le mostré mis dibujos. En ese momento, sólo le habÃa dibujado una pequeña máscara, similar a la que portarÃa eventualmente Robin. Bill me dijo: '¿Por qué no lo hacemos lucir más como un murciélago, dibujándole una capucha con dos hendiduras en los ojos, con tal de hacerlo más misterioso?' Hasta entonces, The Bat-Man vestÃa un traje rojo; las alas, los calzones y la máscara eran de color negro. Yo pensaba que el rojo y el negro serÃan una buena combinación, sin embargo Bill me dijo que la vestimenta resultaba demasiado brillante, sugiriéndome al respecto: 'Coloréalo de gris oscuro para darle un toque más siniestro'.
Bob Kane en AutobiografÃa (1989)
Añadido por Dan Costinaş
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Y era una costumbre entre estos Señores, que cuando aquello asà se hacia, el que la tal borla le ponia en la cabeza al otro, juntamente con ponérsela, le habia de nombrar el nombre, el cual habia de tener de allà adelante. É ansÃ, Viracocha Inca, como le pusiese la borla en la cabeza, le dijo: "Yo te nombro para de hoy más te nombren los tuyos é las demás naciones que te fueren sujetas, Pachacutec Yupanqui Capac Indichuri;" que dice: "Vuelta de tiempo, Rey Yupanqui, Hijo del Sol."El Yupanqui es el alcuña é linaje de do ellos son, porque ansà se llamó Manco Capac, que por sobrenombre tenia Yupanqui.
Juan de Betánzos en Suma y narracion de los Incas, que los indios llamaron Capaccuna, que fueron señores de la ciudad del Cuzco y de todo lo á ella subjeto (1880)
Añadido por Dan Costinaş
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Gigi L'amoroso
Ya llega Gigi l'amoroso, por donde va con su mirar hace caricias.
Gigi l'amoroso, conquistador y seductor repartiendo delicias.
Es fiesta cada vez que canta él: Zazar, Luna caprese, O sole mio.
Gigi Giuseppe pero todo el mundo le llamaba Gigi el cariñoso, traÃa locas a las mujeres,
a todas la mujeres, a la del panadero que cerraba la tienda los martes para...,
a la del notario una santa que nunca habÃa faltado a su marido,
ni con el pensamiento y la viuda del consejal que no llevaba luto porque no le sentaba bien el negro.
A todas y a mÃ, hasta que un dÃa llegó una americana perdió la Tramontana,
y le propuso irse a Hollywood, porque ahà tu serás el más guapo galán,
le repetÃa ya sin respirar.
Con que gran emoción, todas en la estación, sacamos los pañuelos en el adiós
y rezamos por él por que viera también América rendida sus pies.
Y cuando allá llegó a todas les gustó. Ya llega Gigi l'amoroso, por donde va con su mirar hace caricias,
Gigi l'amoroso conquistador y seductor repartiendo delicias.
Pues nada mas llegar ya les cantó: Zazar, Luna caprese, O sole mio,
Mucho tiempo pasó desde que se marchó, No "news" son buenas "news"
se llegó a decir, nuestra vida cambio la alegrÃa se fue, vivimos solo por sobrevivir.
Y a pesar de saber que está lejos de aquÃ, a veces nos parecer oÃr su voz y un suspiro
también que nos llega de ahà volando en su nostálgica canción.
Conquistador y seductor con sus caricias. Gigi. ¿Gigi estas ahà escondido?,
¿no te ha ido bien por allá eh? Pero Gigi que pensabas llegar a caso a ser
Gigi el americano, ma Gigi a quién se le ocurre, tú eres Guiseppe Fabrizio,
Luca Santini y eres napolitano. "Corleone che è arrivato Gigi, che è arrivato Gigi dall'America"
¿Oyes, les oyes Gigi?, es tu público, no te vayas están todos aquÃ,
han debido reconocerte en la estación, Gigi canta, canta Gigi canta para ellos,
canta para mÃ, que no he sabido nunca mas que hablar. Venga, canta eso Gigi, eso bravo.
"Carmela lo sai che è arrivato Gigi dall'America, Rosalina senti che è arrivato Gigi da Hollywood.
Te lo dico io, ma si non mi credi...".
canción interpretada por Dalida, música de P. Sebastian, Gefingal
Añadido por Simona Enache
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HabÃa captado el instante a partir del cual la luz, habiendo tropezado con un acontecimiento verdadero, iba a apresurarse hacia su fin. Ya llega, me dije, el fin viene, algo sucede, el fin comienza. Estaba embargado por la alegrÃa.
Maurice Blanchot en La locura de la luz (1973)
Añadido por Dan Costinaş
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Cuando salÃa para la escuela, también mi madrastra se sinceró conmigo. Estábamos a solas, en la entrada de casa y me dijo que en aquel dÃa tan triste para todos nosotros esperaba "contar con un comportamiento adecuado" por mi parte. No sabÃa qué responderle, asà pues no dije nada. Quizá haya interpretado mal mi silencio, porque continuó diciéndome que no habÃa querido herir mi sensibilidad y que sabÃa que su advertencia era, en realidad, innecesaria. Estaba segura de que yo, un muchacho de quince años, era perfectamente capaz de calibrar la "gravedad del golpe que habÃamos recibido"; ésas fueron sus palabras. Asentà con la cabeza y vi que con eso le bastaba. Entonces, hizo un gesto con la mano, y temà que fuera a abrazarme. No lo hizo, se limitó a soltar un largo y profundo suspiro entrecortado. Me di cuenta de que sus ojos se ponÃan húmedos; me sentà incómodo. Después, me dejó ir. Fui andando desde la escuela hasta el almacén. Era una mañana limpia y tibia para ser el principio de la primavera. Hubiera podido desabrochar mi abrigo, pero desistÃ: la ligera brisa podÃa haber hecho que las solapas hubieran ocultado de manera antirreglamentaria mi estrella amarilla.
Imre Kertész en Sin destino (1975)
Añadido por Dan Costinaş
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Sin embargo, el temor acompaña a lo desconocido. El temor les llegó como una droga, aunque no procedente del botiquÃn de ella caminaron con calma sin nada que decirse por los pasillos de los juzgados, Harald dejó pasar a Claudia con la cortesÃa de un desconocido cuando encontraron la puerta, entraron y avanzaron de lado torpemente para sentarse en los bancos. Incluso el olor del lugar era como el de un paÃs extranjero al que hubieran sido deportados. El olor a barreras de madera pulidas y suelo encerado.
Nadine Gordimer en Un arma en casa (1998)
Añadido por Dan Costinaş
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Canto XXX
Tal vez a seis mil millas de nos lejana
hierve la sexta hora, y este mundo
inclina ya su sombra casi al lecho plano,
cuando el medio cielo, tan profundo,
comienza a cambiarse tanto, que alguna estrella
allá su aparecer pierde en el fondo;
y en cuanto viene la clarÃsima sierva
del Sol avanzando, entonces en el cielo
una a una se apagan hasta la más bella.
No de otro modo el triunfo que festeja
siempre en torno del punto que me venció,
como incluido en aquello que lo incluye,
de poco a poco de mi vista se extinguió;
por lo cual volvà mis ojos a Beatriz
pues ya nada veÃa y me obligaba el amor.
Si cuanto hasta aquà de ella se dijo
encerrado fuera todo en una loa,
no podrÃa ella cumplir su cometido.
La belleza que vi nos trasciende
no sólo allá, y tanto que ciertamente creo
que sólo su Hacedor la goza por entero.
En este paso más vencido me concedo
que lo fuera un autor de comedia
o de tragedia en el clÃmax de su tema;
pues, como el Sol a una flaca vista,
asà el recuerdo de la dulce sonrisa
agotaba mi mente por mi mismo ya vacÃa.
Desde el primer dÃa que vi su rostro
en esta vida, hasta llegar a esta vista,
de continuar mi canto no me vi privado,
pero ahora es necesario que desista
de ir ya más tras su belleza, poetizando,
como al cabo de sus fuerzas todo artista.
Asà la dejo en manos de mayor bando
que el de mi tuba, que conduce
la ardua su materia terminando,
y con acto y voz de expedito guÃa
recomenzó: Hemos salido fuera
del mayor cuerpo al cielo que es luz pura:
luz intelectual, plena de amor;
amor de verdadero bien, lleno de dicha;
dicha que trasciende toda dulzura.
Aquà verás a ambas milicias
del paraÃso, y a una con el mismo aspecto
en que la verás en la última justicia.
Como súbito relámpago que dispersa
los espÃritus visivos, tal que priva
al ojo de ver más fuertes objetos,
asà me circundó una luz viva,
y dejóme cegado con tal velo
su fulgor, que nada aparecÃa.
Siempre el amor que aquieta este cielo
con este saludo al que llega acoge
a fin de disponer a su llama la candela.
Tan pronto hubieron llegado a mÃ
estas breves palabras, comprendÃ
que habÃa ascendido por encima de mis fuerzas;
y me reencendà en una visión nueva
tal que de ninguna luz más pura que fuera
no pudieran mis ojos defenderse de ella.
Y vi una luz viniendo como un rÃo
fúlgido de fulgor, entre dos riberas
salpicadas de admirable primavera.
De la corriente brotaban centellas vivas,
que de todas partes llovÃan en las flores,
como rubÃes que el oro circunscribe;
luego, como embriagadas de olores
sumergÃanse en el admirable torbellino,
y la una se metÃa y la otra se salÃa afuera.
El gran deseo que ahora te inflama y urge,
que te expliquen lo que estás viendo,
tanto me place cuanto mayor insurge;
pero es preciso que de esta agua bebas
antes de que tanta sed en ti se sacie.
Asà me dijo el sol de los ojos mÃos.
Y agregó todavÃa: El rÃo y los topacios
que entran y salen y el sonreÃr de la hierba
como sombra de las veras son prefacios;
no que estas mismas cosas en sà sean acerbas;
mas por defecto de tu parte
porque tu visión no es aún tan soberbia.
No hay infante que tan súbito vuelva
su rostro a la leche, si despierta
más tarde de lo que acostumbra,
como yo por mejorar los espejos
de mis ojos, inclinándome a la onda
que se abre para que allà se prospere.
Y no bien de ella bebieron las cejas
de mis párpados, me pareció que la corriente
en su dimensión se hacÃa redonda.
Luego, como gente enmascarada
que se ve distinta que antes si desviste
la ajena figura que la esconde,
asà se cambiaron en mayor fiesta
las flores y las centellas, en cuanto vi
a ambas las cortes del cielo manifiestas.
¡Oh esplendor de Dios por quien vi
el alto triunfo del veraz reino,
dame la virtud de contarlo como lo vi!
Luz hay allá arriba que hace visible
al creador a toda criatura
que de sólo verlo funda su paz.
Y se extiende en circular figura,
de tal tamaño que su circunferencia
serÃa del Sol demasiado amplia cintura;
de rayos consiste toda su apariencia
que se reflejan en la cumbre del primer móvil,
que obtiene de allà su vivir y su potencia.
Y como colina que en el agua sus laderas
espeja, como para verse bella,
cuando de verdura y flores rebosa
asÃ, sobre la luz y flotando en torno,
vi espejarse en mil graderÃas las almas todas
que de nuestro mundo han hecho allà arriba su retorno.
Y si el Ãnfimo grado recoge
tan gran luz, ¡cuál será de esta rosa
la magnitud de sus extremas frondas!
Mi visión en lo amplio y en la altura
no se perdÃa, mas de todas las cosas prendÃa
el cuánto y el cuál de aquella alegrÃa.
Cerca y lejos, allÃ, ni pone ni quita;
que donde Dios sin intermedios gobierna,
la ley natural no tiene cabida.
En el dorado centro de la rosa sempiterna,
que se dilata y se escala y resuma
olor de loas al Sol de la eterna primavera,
como quien calla y hablar quiere,
Beatriz me atrajo y dijo: ¡Mira
cuán grande es el convento de las estolas blancas!
¡Mira nuestra ciudad cuánto se extiende!
¡Mira nuestros escaños tan repletos,
que poca gente más se espera!
En esa gran sede en la que los ojos tienes
por la corona que ya está allà puesta,
antes que tú en estas nupcias cenes,
se sentará el alma, que ya fue augusta
del gran Enrique, que a enderezar Italia
vendrá antes que ella esté dispuesta.
La ciega codicia que os enferma,
os ha hecho como el niño
que muere de hambre y rechaza a la nodriza;
y hará que prefecto sea en el foro divino
un tal que en abierto y en cubierto
no andará con él por un mismo camino.
Mas poco será luego por Dios soportado
en el santo oficio: pues será arrojado
allá donde Simón Mago está por sus méritos
y hará que el de Anagni caiga aún más hondo.
poema de Dante Alighieri en La Divina Comedia, El ParaÃso, traducido por Lic. Jorge Sanguinetti
Añadido por Dan Costinaş
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La cabaña del tÃo Tom era un edificio pequeño de madera, cerca de «la casa», como ese negro par excellence llamaba la vivienda de su amo. TenÃa una huerta pulcra delante donde en verano medraban, con esmerados cuidados, fresas, frambuesas y abundantes frutas y verduras.
Harriet Beecher Stowe en La cabaña del tÃo Tom (1852)
Añadido por Dan Costinaş
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