Reincorporación
De madrugada, al alba, eres despertado
y pones sobre ti la manta tirada
durante la noche como un vestido innecesario.
El proceso de la reincorporación es lento
o puede ser rápido, depende del impacto
con las ramas tembladoras de fuera.
Miras, juegas sobre los arrecifes de nubes,
con los rayos del sol, apresurados
por el polvo volador de los bemoles.
Los verbos vivos vuelan y ellos alrededor,
salen de la casa estática junto a ti,
con tus padres que se van a azadonar.
Caminas por senderos oscuros, húmedos,
pisas sobre espinas escondidas entre las hierbas
hasta que se te hinchan las plantas de los pies.
Dolor y camino, pasos rápidos, seguidos
por la respiración provocada por las labores,
manos de fata morgana que trabajan.
Desde aquà empieza el deslumbramiento del sol,
hasta que viene el almuerzo junto a tus padres
en el campo, a la sombra de una brisa.
La salida del cuerpo se hace como siempre,
de vuelta por los senderos conocidos,
cuando te pones el vestido de la noche.
Entonces sumerges tu cuerpo entre las mantas,
apoyando la frágil frente en el alto del cielo
y esperando que entre otro ente.
poema de Andrei Langa
Añadido por Dan Costinaş
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Citas similares
El pájaro enjaulado
El pájaro libre salta
al lomo del viento
y flota viento abajo
hasta que cesa la corriente;
moja sus alas
en el naranja de los rayos de sol
y osa reclamar el cielo.
Pero un pájaro que acecha
en su jaula angosta
apenas puede ver tras
las rejas de rabia
sus alas están contraÃdas y
sus pies atados luego,
abre la garganta para cantar.
El pájaro enjaulado canta
un temeroso trino
sobre algo desconocido
mas ansiado aún
y desde la lejana colina
se escucha la melodÃa
pues el pájaro enjaulado
canta a la libertad.
El pájaro libre imagina otra brisa
y tenues vientos alisios entre árboles anhelantes
y los gruesos gusanos que aguardan en el pasto iluminado de alba
y designa al cielo como suyo.
Pero un pájaro enjaulado permanece inmóvil sobre la tumba de los sueños
grita su sombra en el clamor de una pesadilla
sus alas están contraÃdas y sus pies atados
y luego abre la garganta para cantar.
El pájaro enjaulado canta
un temeroso trino
sobre algo desconocido
mas ansiado aún
y desde la lejana colina
se escucha la melodÃa
pues el pájaro enjaulado
canta a la libertad.
poema de Maya Angelou (1994)
Añadido por Dan Costinaş
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Juego del escondite
El cuerpo es una carga. El olor de incienso
te conmueve y te despiertas en una iglesia
llena de gente, rodeando una tumba.
Puede que sea tu hermano...
Tú crees que sueñas, que los demás son fantasmas,
que aquà resuenan melodÃas para dormir a los niños
y el cura toca con su incensario el alto del cielo,
arriba de todo, estudiándolo atentamente.
No tengas miedo a los muertos, ellos no muerden
y no se mueven con ostentación alrededor
sino que se han parado por un tiempo por aquÃ,
tardando sobre un pensamiento distinto, sólo esto.
Es verdad que después ya no pueden volver
y se quedan bien escondidos entre nosotros,
asà como pasa en el juego del escondite.
¿Quién busca a quién?
poema de Andrei Langa
Añadido por Dan Costinaş
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No creas que en el campo solo se ve la vida: junto a la luz está la sombra, junto al dÃa la noche, junto a la flor la espina, junto al amor el desengaño y junto a la vida la muerte.
cita de Vicente Ruiz Llamas
Añadido por Dan Costinaş
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Andar por Toledo, y en la oscuridad de una noche sin luna como aquélla, es adelgazarse, afinarse hasta quedar convertido en un perfil, una lámina humana, dispuesta a herirse todavÃa, a cortarse contra los quicios de tan extraña resquebrajadura, es volverse de aire, silbo de agua para aquellos enjutos pasillos, engañosas cañerÃas, de súbito chapadas, sin salida posible, es siempre andar sobre lo andado, irse volviendo pasos sin sentido, resonancia, eco final de una perdida sombra.
cita de Rafael Alberti
Añadido por Dan Costinaş
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Su serena respiración era más lenta que la de Eguchi. De vez en cuando el viento pasaba sobre la casa, pero ya no tenÃa el sonido de un invierno inminente. El bramido de las olas contra el acantilado se suavizaba al aproximarse. Su eco parecÃa llegar del océano como música que sonara en el cuerpo de la muchacha y los latidos de su pecho y el pulso de ella le servÃan de acompañamiento. Al ritmo de la música, una mariposa pura y blanca danzó sobre sus párpados cerrados. Retiró la mano de la muñeca de ella. No la tocaba en ninguna parte. Ni la fragancia de su aliento, ni de su cuerpo, ni de sus cabellos era fuerte.
Yasunari Kawabata en La casa de las bellezas durmientes (1961)
Añadido por Dan Costinaş
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Escalerilla al cielo
Una tela de araña
Pende del techo.
Recto sobre mi cama.
Cada dÃa la observo
Bajarse mas y mas.
Me están enviando
Una escalera al cielo - digo,
Viene desde lo alto.
Aunque he adelgazado mucho
Soy solamente la sombra del que fui
Pienso que mi cuerpo
Es todavÃa muy pesado
Para esta escala delicada.
Alma, ve tú adelante.
¡Pús! ¡Pús!
poema de Marin Sorescu, traducido por Dan CostinaÅŸ
Añadido por Dan Costinaş
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Soneto XVII
No te amo como si fueras rosa de sal, topacio
o flecha de claveles que propagan el fuego:
te amo como se aman ciertas cosas oscuras,
secretamente, entre la sombra y el alma.
Te amo como la planta que no florece y lleva
dentro de sÃ, escondida, la luz de aquellas flores,
y gracias a tu amor vive oscuro en mi cuerpo
el apretado aroma que ascendió de la tierra.
Te amo sin saber cómo, ni cuándo, ni de dónde,
te amo directamente sin problemas ni orgullo:
asà te amo porque no sé amar de otra manera,
sino asà de este modo en que no soy ni eres,
tan cerca que tu mano sobre mi pecho es mÃa,
tan cerca que se cierran tus ojos con mi sueño.
poema de Pablo Neruda en Cien sonetos de amor (1959)
Añadido por Dan Costinaş
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El Cisne
Sin ruido, en el espejo de hondos y calmos lagos,
el cisne impulsa la ola, y con sus largos remos
se desliza. En sus flancos, su plumón se asemeja
a las nieves de abril, que hace ceder el sol;
pero firme y de un blanco que brilla bajo el céfiro,
su gran ala lo arrastra como a un lento navÃo.
Alza su hermoso cuello sobre el cañaveral,
lo hunde, lo pasea, y estirado en el agua,
lo curva con donaire, como un perfil de acanto,
y oculta en su garganta brillante el negro pico.
A veces, junto a pinos que albergan paz y sombra,
serpentea, y dejando que los herbajes densos
se arrastren en pos de él como una cabellera,
avanza, con andar desmayado y tardÃo.
La gruta, en la cual oye su sentir el poeta
y la fuente que llora una ausencia infinita,
le placen: vaga allà y una hoja de sauce
al caerse le roza los hombros en silencio.
A veces, a alta mar, lejos del bosque oscuro
se llega y, timoneando, soberbio, en el azur,
elige, al celebrar su blancura que admira,
el sitio deslumbrante donde el sol se refleja.
Luego, cuando la costa del agua no distingue,
a la hora en que todo forma un confuso espectro,
cuando ya no se mueven ni un junco ni un gladiolo,
y hacen ruido las ranas en el sereno bosque
y en el claro de luna la luciérnaga luce:
en el lago sombrÃo, que bajo ella copia
una espléndida noche lacteada y violeta,
el ave, como un vaso de plata entre diamantes,
la cabeza en el ala, se duerme entre dos cielos.
poema de Sully Prudhomme
Añadido por Dan Costinaş
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Es elegante la soledad
Siempre fuiste un crujido en mi alma,
el destello sin luz que ilumina un párpado
el pie desnudo que ignora los pasos
y se siente ala.
Qué bonita cuando eras la gota
que rebosaba los latidos.
Vivo en un reloj equivocado
que marca primaveras en otoño
y soledades en hombros ajenos.
Es elegante la soledad.
Es elegante si la vistes de arpa
para que imite el sonido de la lluvia
sobre ese sueño que no nos ama.
Qué bonita cuando te descolgabas
entre mis manos para ser verdad.
Es elegante en la delicada sombra
que recoge amapolas negras
para buscar asilo en sus labios.
En su elegancia me aguardo
después de suicidar al reloj
que me condenó a la noche.
Qué bonita cuando mi boca
concebÃa la forma de tu pecho.
poema de Alfredo Cernuda en En la voz de tus brazos habito (13 febrero 2014)
Añadido por Cornelia Păun Heinzel
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***
La pasión vuelve a morder. Empieza ahora la primavera.
Mira cómo poco a poco la noche gira.
Ecos en la casa; querer subir, no atreverse.
Brillo tras el biombo; desear traspasarlo y no poder.
DolerÃa demasiado, la golondrina en una horquilla;
verdaderamente me avergüenza, el fénix en un espejo.
En el camino de vuelta, el amanecer del sol sobre Heng-t’ang.
El brillo de la estrella matutina me dice adios en la silla enjoyada.
poema de Li Shangyin
Añadido por Dan Costinaş
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Poema 13
He ido marcando con cruces de fuego
el atlas blanco de tu cuerpo.
Mi boca era una araña que cruzaba escondiéndose.
En ti, detrás de ti, temerosa, sedienta.
Historias que contarte a la orilla del crepúsculo,
muñeca triste y dulce, para que no estuvieras triste.
Un cisne, un árbol, algo lejano y alegre.
El tiempo de las uvas, el tiempo maduro y frutal.
Yo que vivà en un puerto desde donde te amaba.
La soledad cruzada de sueño y de silencio.
Acorralado entre el mar y la tristeza.
Callado, delirante, entre dos gondoleros inmóviles.
Entre los labios y la voz, algo se va muriendo.
Algo con alas de pájaro, algo de angustia y de olvido.
Asà como las redes no retienen el agua.
Muñeca mÃa, apenas quedan gotas temblando.
Sin embargo, algo canta entre estas palabras fugaces.
Algo canta, algo sube hasta mi ávida boca.
Oh poder celebrarte con todas las palabras de alegrÃa.
Cantar, arder, huir, como un campanario en las manos de un loco.
Triste ternura mÃa, qué te haces de repente?
Cuando he llegado al vértice más atrevido y frÃo
mi corazón se cierra como una flor nocturna.
poema de Pablo Neruda
Añadido por Dan Costinaş
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Aedh desea las vestiduras del cielo
Si tuviera las vestiduras bordadas del cielo,
entretejidas de luz dorada y color plata,
las azules, las opacas, las oscuras
vestiduras de la noche y la luz y la penumbra,
tenderÃa a tus pies las vestiduras:
pero, siendo pobre, sólo tengo mis sueños;
he tendido mis sueños a tus pies;
pisa suavemente, pues caminas sobre mis sueños.
poema de William Butler Yeats, traducido por Gerardo Gambolini
Añadido por Dan Costinaş
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El sol se levantó poco después de las tres y escaló gradualmente hasta cubrir cientos y miles de kilómetros de ventanas, senderos y porches, hasta mirar el interior de las habitaciones donde seres humanos dormÃan en sus camas. También se elevó sobre los nidos de los pájaros, en donde se aseguraba que no habÃa atmósfera de domingo, porque en ellos cada mañana, especialmente una soleada, era igualmente sagrada.
Frans Eemil Sillanpää en Silja (1931)
Añadido por Dan Costinaş
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Renacimiento
Te despiertas siempre en los ojos de otros,
el pulso de la tierra baja por la noche.
Las cruces se transforman en árboles,
nidos con huevos de cuchillo por las ramas.
El reloj suena de forma oculta
a tu puerta de arcilla que está en gestación.
Los reyes despiertos buscan a los del servicio,
tú – solo a las zapatillas de casa.
Haces referencia directa a los rayos del sol
que provocan grietas en el suelo.
Hierbas mareadas y vertiginosas
suben hasta el pico de las piedras funerarias.
Alguien renace, alguien fallece,
pájaros en peligro de extinción.
poema de Andrei Langa
Añadido por Dan Costinaş
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Los cisnes salvajes de Coole
Los árboles están en plena belleza otoñal,
y los senderos del bosque están secos,
en el crepúsculo de octubre el agua
refleja un cielo quieto;
sobre el agua que desborda las piedras
hay cincuenta y nueve cisnes.
Diecinueve otoños me cayeron encima
desde la primera vez que los contara;
y vi, mucho antes de haber terminado
que todos de repente vuelo alzaban
dispersándose en grandes anillos rotos
en revuelo de alas clamorosas.
Yo apreciaba esas criaturas brillantes
y hoy mi corazón está dolido.
Todo cambió desde que, al oÃr en el ocaso,
por primera vez en esta costa
sobre mi cabeza el tañer de sus alas
con paso más ligero caminara.
Frescos aún, amante con amante,
chapotean en las frÃas
y afables corrientes o por el aire ascienden.
Sus corazones no han envejecido;
vagan a su antojo, pues pasión o conquista
aún los esperan.
Flotan ahora sobre el agua tranquila,
misteriosos y bellos.
¿Entre qué juncos se asentarán,
al borde de cuál lago o estanque
deleitarán los ojos de los hombres
cuando despierte yo algún dÃa
para descubrir que se han volado?
poema de William Butler Yeats, traducido por Delia Pasini
Añadido por Dan Costinaş
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Déjame
Déjame abrazar tu árbol preferido
y entonces veré tu rostro en la orilla del mar caminando en la arena de fino oro,
mientras los rayos de sol besan los hombros de las olas
tú verás como soy de hermosa.
Déjame abrazar tu árbol deseado
y entonces yo sentiré el calor del sol y de tu amor
desbordando caricias sobre mÃ
y yo irradiaré belleza y felicidad.
Déjame abrazar tu árbol querido
entonces la lluvia fluirá sobre nosotros
y sus gotas nos humedecerán la piel
hasta que ambos seamos el tronco del árbol del mundo.
poema de Cornelia Păun Heinzel en “Red y Acción“, Colombia, traducido por Alfredo Cernuda
Añadido por anónimo
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Entonces descubrà un cuerpo de mujer del que no puedo decir que nunca habÃa visto nada igual. Tal como estaba, tumbada de espaldas, sus pequeños pechos vistos desde arriba apenas se distinguÃan, aunque sà se formaba una zona mullida sobre la cual la pequeña pepita rodeada de un medallón de color vino reposaba sobre una discreta almohadilla.
Camil Petrescu en El lecho de Procusto (1933)
Añadido por Dan Costinaş
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Mientras están vivos, nuestros padres son la frontera entre nosotros y la muerte. Cuando mueren, pasamos al primer puesto de la fila.
cita de Jane Fonda
Añadido por Dan Costinaş
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El Cordobes
Todo envuelto en polvo te vi partir, de tu bella Córdoba hasta Madrid, para demostrar lo que habÃa en ti.
Cuando tú llegaste la luz del sol, con tu valentÃa se confundió.
Y te vi reÃr loco de emoción.
Pero allà nadie pudo ver el porque reÃas asÃ, y una voz muy dentro de ti te gritó: tú puedes vencer.
Entre el y sombra luchabas tú, con la claridad de tu juventud, te sobraba ardor, te sobraba luz.
Ni un momento el miedo te dominó y la muerte cerca de ti pasó, porque como tú, nadie se acercó.
Pero al fin todo mundo vio el porqué reÃas asÃ, cuando oyó muy dentro de ti, esa voz que ayer te alentó.
Desde que la vida te vio nacer, ¡Oh Manuel Benites, que amarga fue! hasta que te llamaron "El Cordobés".
canción interpretada por Dalida, música de Gerard Bourgeois
Añadido por Simona Enache
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Tarde de otoño en mi residencia de la montaña
Recién escampa en la montaña vacÃa,
En la noche fresca el otoño se respira.
La luna resplandece entre los pinos,
El manantial corre junto a las peñas.
Suena el bambú al retornar las lavanderas,
Las flores de loto se hunden al paso de los botes.
Brotan en profusión los perfumes primaverales.
Aquà se planta este hijo de la nobleza.
poema de Wang Wei, traducido por Alejandro Pescador
Añadido por Dan Costinaş
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