El guardador de rebaños
El guardador de rebaños
En un medio día de fin de primavera
Tuve un sueño como una fotografía.
Vi a Jesucristo descender a la tierra.
Vino por la ladera de un monte
Tornado otra vez niño,
A correr y a revolcarse por la hierba
Y a arrancar flores para tirarlas luego
Y a reírse de modo que lo escuchen de lejos.
Había huido del cielo.
Era demasiado nuestro para fingirse
La segunda persona de la Trinidad.
En el cielo era todo falso, todo en desacuerdo
Con flores y árboles y piedras.
En el cielo había que estar siempre serio
Y de vez en cuando tornarse otra vez hombre
Y subir a la cruz, y estar siempre muriendo
Con una corona toda alrededor de espinas
Y los pies atravesados por un clavo con cabeza,
Y hasta con un trapo alrededor de la cintura
Como los negros de las ilustraciones.
Ni siquiera lo dejaban tener padre y madre
Como los otros niños.
Su padre era dos personas:
Un viejo llamado José, que era carpintero.
Y que no era su padre;
Y el otro padre era una paloma estúpida,
La única paloma fea del mundo
Porque no era del mundo ni era paloma.
Y su madre no había amado antes de tenerlo.
No era mujer: era una valija
En la que había venido del cielo.
Y querían que él, que solo naciera de madre,
Y nunca tuviera un padre para amar con respeto,
Pregase la bondad y la justicia!
Un día que Dios estaba durmiendo
Y el Espíritu Santo andaba volando,
Él fue a la caja de los milagros y robó tres.
Con el primero hizo que nadie supiera que había huido.
Con el segundo se hizo eternamente humano y niño.
Con el tercero creó un Cristo eternamente en la cruz
Y lo dejó clavado en la cruz que hay en el cielo
Y sirve de modelo a las otras.
Después huyó hacia el sol
Y descendió por el primer rayo que encontró.
Hoy vive en mi aldea conmigo.
Es un niño de risa bonita y natural.
Limpia la nariz con el brazo derecho,
Chapotea en los charcos de agua,
Recoge flores, las disfruta y después las olvida.
Les tira piedras a los burros,
Roba fruta en las plantaciones
Y huye llorando y gritando por los perros.
Y, porque sabe que a ellas no les gusta
Y que a todos les causa gracia,
Corre atrás de las muchachas
Que van en grupo por los caminos
Con tinas de agua en las cabezas
Y les levanta las polleras.
A mi me enseñó todo.
Me enseñó a observar las cosas
Me señala todas las cosas que hay en las flores.
Me muestra como son graciosas las piedras
Cuando uno las tiene en la mano
Y las observa lentamente.
... Él vive conmigo en mi casa en medio de la colina.
Él es el Niño Eterno, el dios que faltaba.
Él es lo humano que es natural,
Él es lo divino que sonríe y juega.
Y por eso es que yo se con toda certeza
Que él es el Niño Jesús verdadero.
Y el niño tan humano que es divino
Es esta mi cotidiana vida de poeta,
Y es porque él anda siempre conmigo que yo soy poeta siempre.
Y que mi más mínima mirada
Me llena de sensación,
Y el más pequeño sonido, sea de lo que sea,
Parece hablar conmigo.
El Niño Nuevo que habita donde vivo
Me da una mano a mi
Y la otra a todo lo que existe
Y así vamos los tres por el camino venidero,
Saltando y cantando y riendo
Y gozando de nuestro secreto común
Que es el de saber por todas partes
Que no hay misterio en el mundo
Y que todo vale la pena.
El Niño Eterno me acompaña siempre.
La dirección de mi mirada es su dedo señalando.
Mi oído atento alegremente a todos los sonidos
Son las cosquillas que él me hace, jugando, en las orejas.
Nos llevamos tan bien el uno con el otro
En compañía de todo
Que nunca pensamos el uno en el otro,
Pero vivimos juntos los dos
En un acuerdo íntimo
Como la mano derecha con la izquierda.
Al anochecer jugamos a las cinco piedritas
En el escalón de la puerta de casa,
Graves como corresponde a un dios y a un poeta,
Y como si cada piedra
Fuese todo un universo
Y fuera por eso un gran peligro para ella
Dejarla caer al suelo.
Después yo le cuento historias de las cosas de los hombres
Y él sonríe, porque todo es increíble.
Se ríe de los reyes y de los que no son reyes,
Y siente pena al oír hablar de las guerras,
Y de los negocios, y de los navíos
Que dejan humo en el aire de altamar.
Porque él sabe que todo eso falta a aquella verdad
Que una flor tiene al florecer
Y que anda con la luz del sol
Modificando los montes y los valles
Y haciendo doler los ojos por la claridad de los muros.
Después el se adormece y yo lo acuesto.
Lo llevo a upa para dentro de casa
Y lo acuesto, desnudándolo lentamente
Como siguiendo un ritual muy limpio
Y todo materno hasta que queda desnudo.
Él duerme dentro de mi alma
Y a veces despierta de noche
Y juega con mis sueños.
Los da vuelta patas para arriba,
Pone unos encima de los otros
Y aplaude solo
Sonriéndole a mi sueño.
Cuando yo muera, hijito,
Sea yo el niño, el más pequeño.
Alzame vos a upa
Y llevame adentro de tu casa.
Desviste mi ser cansado y humano
Y acostame en tu cama.
Y contame historias, si despierto,
Para volverme a adormecer.
Y dame sueños tuyos para jugar
Hasta que nazca algún día
Que vos sabés cual es.
Esta es la historia de mi Niño Jesús.
¿Por que razón que se perciba
No ha de ser ella mas verdadera
Que todo lo que los filósofos piensan
Y todo lo que las religiones enseñan?
poema de Fernando Pessoa en El yo profundo y los otros yos, traducido por Graciela Volco
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Citas similares
¿No podría ir a un asilo de ancianos? Sí podría; pero para eso siempre queda tiempo. Mientras pueda valerse, no piensa ir; porque la libertad no se compra con todo el oro del mundo. Ha vivido en esta casa 52 años seguidos, los suficientes para echar en ella raíces que llegan al centro de la tierra. Yo la visito todos los lunes. Hablamos de todo. Me lo cuenta todo. La entretengo con historias de Alaska. En mi afán de arrimar el ascua a mi sardina, salgo con temas sobrenaturales, como por ejemplo: que ella pudiera muy bien ir derecha al cielo sin pasar por el purgatorio si ofrece sus sufrimientos tanto los exteriores como los interiores y los une a los de Cristo en la cruz. Eso la convertiría en un Cristo viviente y doliente y la transformaría en corredentora por participación. Siempre que voy llevo preparados algunos chistes que la hacen reír hasta que la invade la tos. Yo pienso: hacer reír a doña Inés es la decimaquinta obra de misericordia.
cita de Segundo Llorente
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Shakespeare
Shakespeare creó el mundo en siete días.
En el primero hizo el cielo, los montes y los abismos del alma.
El segundo día hizo los ríos, mares, océanos
Y demás sentimientos ---
Y se los ofreció a Hamlet, Julio César, Antonio, Cleopatra y Ofelia,
A Otelo y a otros,
Para que los dominaran ellos y sus descendientes
Por los siglos de los siglos.
El tercer día congregó a todos los hombres
Y les enseñó los gustos:
El gusto de la felicidad, del amor, del desconsuelo
El gusto de los celos, de la gloria, y siguió así
Hasta que se acabaron todos los gustos.
Luego aparecieron unos indivíduos que habían llegado tarde.
El Creador les acarició, compasivo la cabeza,
Y les dijo que no les quedaba otra cosa sino hacerse
Críticos literarios
Y contestar su obra.
Reservó el cuarto y el quinto día para la risa.
Soltó a los bufones
Con sus cabriolas
Y dejó a los reyes, emperadores
Y a otros infelices que se divirtieran.
El sexto día resolvió algunos problemas administrativos:
Urdió una tempestad,
Y enseñó al rey Lear
A llevar corona de paja.
Quedaban unos cuantos desechos tras la Creación
Con los que forjó a Ricardo III.
El séptimo día se dedicó a comprobar si le quedaba algo por hacer.
Los directores de teatro ya tenían la tierra llena de carteles,
Y pensó Shakespeare que tal vez merecía después de toda su fatiga
Ser simple espectador por una vez.
Pero antes de nada, puesto que estaba cansado sobremanera,
Se fue a morir un rato.
poema de Marin Sorescu, traducido por Catalina Iliescu
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Música Final
No la razón del piano: las del hombre
te condujeron desde que eras niño
y entre la fría luz de la patria angustiada
a la que no habías de volver.
Ya entonces intuiste la caediza
ráfaga del amor, la carrera del tiempo,
los impuros motivos del tambor y las armas,
la soledad en que, como con el regalo
de un dios inexorable,
se mueve nuestra vida hacia su término.
Ya retenías aquello en el sollozo,
más viril y más tierno, de las cuerdas.
Ya eras del todo y para siempre tú,
testigo y mensajero, condolido inventor
de una esperanza para los humanos
o de aquel llanto en luz con que creerla.
Polkas y baladas, las amargas
delicias de un nocturno, los estudios
por los que nieve y fuego, o muerte y vida,
se entrecruzan temblando,
eran emanación de aquella fuerza
con la que el corazón del universo,
cuanto nos ilumina y abandona,
expresión te pedían, ser fijados
de alguna forma, a salvo de tu muerte.
Eso te desgarró y nos dio tu música:
tu palabra de hombre
de una vida más vasta y más completa.
poema de Fernando Quiñones
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La última imagen que su madre tenía de él era la de su paso fugaz por el dormitorio. La había despertado cuando trataba de encontrar a tientas una aspirina en el botiquín del baño, y ella encendió la luz y lo vio aparecer en la puerta con el vaso de agua en la mano, como había de recordarlo para siempre. Santiago Nasar le contó entonces el sueño, pero ella no les puso atención a los árboles.
Gabriel García Márquez en Crónica de una muerte anunciada (1981)
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Y era una costumbre entre estos Señores, que cuando aquello así se hacia, el que la tal borla le ponia en la cabeza al otro, juntamente con ponérsela, le habia de nombrar el nombre, el cual habia de tener de allí adelante. É ansí, Viracocha Inca, como le pusiese la borla en la cabeza, le dijo: "Yo te nombro para de hoy más te nombren los tuyos é las demás naciones que te fueren sujetas, Pachacutec Yupanqui Capac Indichuri;" que dice: "Vuelta de tiempo, Rey Yupanqui, Hijo del Sol."El Yupanqui es el alcuña é linaje de do ellos son, porque ansí se llamó Manco Capac, que por sobrenombre tenia Yupanqui.
Juan de Betánzos en Suma y narracion de los Incas, que los indios llamaron Capaccuna, que fueron señores de la ciudad del Cuzco y de todo lo á ella subjeto (1880)
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Canto I
La gloria de aquel que todo mueve
penetra el universo, y resplandece
en una parte más y en otra menos.
En el cielo que más de su luz prende
fui yo, y vi cosas que redecir
no sabe ni puede el que de allí desciende;
porque acercándose a su deseo,
nuestro intelecto se ahonda tanto,
que tras él la memoria ir no puede.
En verdad cuanto del reino santo
pudo mi mente acumular tesoro,
será ahora materia de mi canto.
¡O buen Apolo!, al último afán
hazme ser de tu valor tal vaso
como exiges para dar el laurel amado.
Hasta aquí una cumbre del Parnaso
asaz me fue; mas ahora con ambas
me es preciso entrar en la faltante arena.
Entra en mi pecho e inspira tal aliento
como cuando de Marsias arrancaste
de los miembros la piel.
¡Oh divina virtud! Si me otorgaras
tanto que la sombra del beato reino
signada en mi cabeza manifieste,
llegar verásme a tu amado leño,
y coronarme entonces de aquellas hojas
de las que el tema y tú me harán digno.
Si raras veces, Padre, se las coge
para triunfar ya césar o poeta,
culpa y vergüenza es del querer humano,
que parir alegría para la alegre
deífica deidad debería la fronda
penea, cuando de sí a alguien asedienta.
A pequeña chispa gran llama secunda:
quizá detrás de mí con mejor voz
se invocará para que Cirra responda.
Surge a los mortales por diversas bocas
la lucerna del mundo; mas de aquella
que cuatro cercos junta con tres cruces,
con mejor curso y con mejor estrella
de ella sale conjunta, y la mundana cera
más a su modo atempera y sella.
Formado había allá la mañana y acá la puesta
aquella boca casi, y allá era todo blanco
el hemisferio, y acá la otra parte negra,
cuando a Beatriz a su siniestro lado
vi volverse y mirar al Sol;
un águila así no lo miró tan fijo nunca.
Y así como el segundo royo suele
brotar del primero y rebotar asuso,
como peregrino que retornar quiere,
así su acto, por los ojos infuso
en mi fantasía, mío se hizo,
y clavé los ojos en el Sol allende nuestro uso.
Mucho es permitido allá, que aquí no se permite
a nuestras virtudes, en razón del lugar
que es propio de la humana especie.
No lo sufrí mucho, pero no tan poco
que no lo viera centellear en torno
como del fuego el hierro sale candente;
y de golpe pareció que un día a otro
se uniera, como si Aquel que puede
pusiera al cielo de otro Sol adorno.
Beatriz toda en las eternas ruedas
fijos los ojos tenía; y yo en ella
mis luces puse, de allá arriba depuestas.
En su figura me metí tan adentro,
como en el mar Glauco al gustar la hierba,
que consorte lo hizo de los demás dioses.
Transhumanar significar per verba
no se podría; pero el ejemplo baste
a quien vivirlo la gracia otorgue.
Si de mi sólo quedaba aquello que creaste
últimamente, ¡Oh amor que el cielo gobiernas!
tú lo sabes, que con tu luz me elevaste.
Cuando la rueda, que tú eternamente
deseado, a ella mi atención sedujo
con la armonía que tú temperas y disciernes,
mostróseme entonces tan inflamado el cielo
por la llama del Sol, como lluvia o rio
no podrían hinchar algo más un lago.
La novedad del son y la gran lumbre
por sí mismas encendieron en mí tal deseo
como nunca antes hube de sentirlo tan agudo;
y entones ella, que me veía como yo me veo,
para aquietarme el ánimo revuelto,
antes que yo lo pidiera, abrió la boca
y comenzó: Tú mismo te haces grueso
con el falso imaginar, de modo que no ves
lo que verías si mejor lo sacudieras.
No estás en la tierra, como tú crees;
no hay fulgor que huyendo de su sitio,
no corra como tú que a ella vuelves.
Si de la primera duda fui desvestido
por las sonrientes palabritas breves,
dentro de otra más nueva fui vestido;
y dije: Antes contento reposé
con gran asombro, mas ahora me admiro
como pueda traspasar por estos cuerpos leves.
Entonces ella, tras un pío suspiro,
los ojos dirigió a mí con el semblante
de una madre ante el delirio de su hijo,
y comenzó: Las cosas todas ellas
guardan entre sí un orden, que es la forma
que a Dios el universo hace semejante.
Aquí las nobles criaturas ven la huella
del eterno valor, que es el fin
para el que fue hecha la indicada norma.
Al orden que yo digo se inclinan
todas las criaturas, de diversas formas,
más a su principio o menos vecinas;
por donde corren a diversos puertos
por el gran mar del ser, y cada una
con el instinto conductor que le fue dado.
Uno arrastra el fuego hacia la Luna;
otro el corazón mortal motora;
otra la tierra restringe en sí y aduna;
y no sólo a las criaturas que son
sin inteligencia este arco saeta,
mas a las que tienen intelecto y amor.
La providencia, que todo regula,
con su luz mantiene siempre quieto al cielo,
dentro del cual está el que gira con mayor presteza
y entonces a allí, como a lugar preciso,
conduce la virtud de aquella cuerda
que, lo que dispara, a feliz blanco endereza.
Verdad es que muchas veces la forma
no se ajusta a la intención del arte,
porque a responder la materia es sorda,
así a veces de este curso se aparta
la criatura que tiene el poder
de plegarse, aunque así ordenada, a otra parte,
y, tal como verse puede caer
fuego de nube, así el ímpetu primero
a tierra baja desviado por falso placer.
No debes pues admirarte, si bien estimo,
de tu subida, más que del río que
del alto monte desciende a bajo sitio.
Maravilla sería en ti, si, de impedimento
libre, abajo te quedaras quieto,
como si a tierra se adhiriera el fuego vivo.
Entonces retorné la vista al cielo.
poema de Dante Alighieri en La Divina Comedia, El Paraíso, traducido por Lic. Jorge Sanguinetti
Añadido por Dan Costinaş
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Muy pronto comprendí que había otro mundo exterior, del cual nuestro mundo colonial era sólo una sombra. Nos enviaba gobernadores y todo lo demás con lo que vivíamos: las conservas baratas que necesitaba la isla desde la época esclavista, las medicinas especiales, las monedas. Nos enviaba libros de texto y exámenes para los diversos títulos escolares. Nos enviaba las películas que alimentaban nuestra vida imaginativa, y las revistas. Todo.
V.S. Naipaul en Leer y escribir (2000)
Añadido por Dan Costinaş
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Renacimiento
Te despiertas siempre en los ojos de otros,
el pulso de la tierra baja por la noche.
Las cruces se transforman en árboles,
nidos con huevos de cuchillo por las ramas.
El reloj suena de forma oculta
a tu puerta de arcilla que está en gestación.
Los reyes despiertos buscan a los del servicio,
tú – solo a las zapatillas de casa.
Haces referencia directa a los rayos del sol
que provocan grietas en el suelo.
Hierbas mareadas y vertiginosas
suben hasta el pico de las piedras funerarias.
Alguien renace, alguien fallece,
pájaros en peligro de extinción.
poema de Andrei Langa
Añadido por Dan Costinaş
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Reincorporación
De madrugada, al alba, eres despertado
y pones sobre ti la manta tirada
durante la noche como un vestido innecesario.
El proceso de la reincorporación es lento
o puede ser rápido, depende del impacto
con las ramas tembladoras de fuera.
Miras, juegas sobre los arrecifes de nubes,
con los rayos del sol, apresurados
por el polvo volador de los bemoles.
Los verbos vivos vuelan y ellos alrededor,
salen de la casa estática junto a ti,
con tus padres que se van a azadonar.
Caminas por senderos oscuros, húmedos,
pisas sobre espinas escondidas entre las hierbas
hasta que se te hinchan las plantas de los pies.
Dolor y camino, pasos rápidos, seguidos
por la respiración provocada por las labores,
manos de fata morgana que trabajan.
Desde aquí empieza el deslumbramiento del sol,
hasta que viene el almuerzo junto a tus padres
en el campo, a la sombra de una brisa.
La salida del cuerpo se hace como siempre,
de vuelta por los senderos conocidos,
cuando te pones el vestido de la noche.
Entonces sumerges tu cuerpo entre las mantas,
apoyando la frágil frente en el alto del cielo
y esperando que entre otro ente.
poema de Andrei Langa
Añadido por Dan Costinaş
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Empezó a pasar demasiado tiempo rondando por casa de la viuda, así que ella por fin le dijo que si no de-jaba de rondar por ahí le iba a buscar algún problema. Diablo cómo se puso. Dijo que iba a demostrar quién mandaba en Huck Finn. Así que un día me estuvo esperando en la fuente, me agarró y me llevó río arriba tres millas en un bote y cruzó al lado de Illinois, donde había bosques y no había más casas que una vieja cabaña de troncos en un sitio con tantos árboles que no se podía encontrar si no se sabía el camino ya antes. Me llevaba siempre con él y nunca tuve la oportunidad de escaparme. Vivimos en aquella cabaña y siempre cerraba la puerta con llave; por las noches se acostaba con ella debajo de la almohada.
Mark Twain en Las aventuras de Huckleberry Finn (1884)
Añadido por Dan Costinaş
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Cuando salía para la escuela, también mi madrastra se sinceró conmigo. Estábamos a solas, en la entrada de casa y me dijo que en aquel día tan triste para todos nosotros esperaba "contar con un comportamiento adecuado" por mi parte. No sabía qué responderle, así pues no dije nada. Quizá haya interpretado mal mi silencio, porque continuó diciéndome que no había querido herir mi sensibilidad y que sabía que su advertencia era, en realidad, innecesaria. Estaba segura de que yo, un muchacho de quince años, era perfectamente capaz de calibrar la "gravedad del golpe que habíamos recibido"; ésas fueron sus palabras. Asentí con la cabeza y vi que con eso le bastaba. Entonces, hizo un gesto con la mano, y temí que fuera a abrazarme. No lo hizo, se limitó a soltar un largo y profundo suspiro entrecortado. Me di cuenta de que sus ojos se ponían húmedos; me sentí incómodo. Después, me dejó ir. Fui andando desde la escuela hasta el almacén. Era una mañana limpia y tibia para ser el principio de la primavera. Hubiera podido desabrochar mi abrigo, pero desistí: la ligera brisa podía haber hecho que las solapas hubieran ocultado de manera antirreglamentaria mi estrella amarilla.
Imre Kertész en Sin destino (1975)
Añadido por Dan Costinaş
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Kino había encontrado la Perla del Mundo. La esencia de la perla se combinó con la esencia de los hombres y de la reacción precipitó un curioso residuo oscuro. Todo el mundo se sintió íntimamente ligado a la perla de Kino, y ésta entró a formar parte de los sueños, las especulaciones, los proyectos, los planes, los frutos, los deseos, las necesidades, las pasiones y los vicios de todos y de cada uno, y sólo una persona quedó al margen: Kino, con lo cual se convirtió en el enemigo común.
John Steinbeck en La perla (1947)
Añadido por Dan Costinaş
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Canto XXX
Tal vez a seis mil millas de nos lejana
hierve la sexta hora, y este mundo
inclina ya su sombra casi al lecho plano,
cuando el medio cielo, tan profundo,
comienza a cambiarse tanto, que alguna estrella
allá su aparecer pierde en el fondo;
y en cuanto viene la clarísima sierva
del Sol avanzando, entonces en el cielo
una a una se apagan hasta la más bella.
No de otro modo el triunfo que festeja
siempre en torno del punto que me venció,
como incluido en aquello que lo incluye,
de poco a poco de mi vista se extinguió;
por lo cual volví mis ojos a Beatriz
pues ya nada veía y me obligaba el amor.
Si cuanto hasta aquí de ella se dijo
encerrado fuera todo en una loa,
no podría ella cumplir su cometido.
La belleza que vi nos trasciende
no sólo allá, y tanto que ciertamente creo
que sólo su Hacedor la goza por entero.
En este paso más vencido me concedo
que lo fuera un autor de comedia
o de tragedia en el clímax de su tema;
pues, como el Sol a una flaca vista,
así el recuerdo de la dulce sonrisa
agotaba mi mente por mi mismo ya vacía.
Desde el primer día que vi su rostro
en esta vida, hasta llegar a esta vista,
de continuar mi canto no me vi privado,
pero ahora es necesario que desista
de ir ya más tras su belleza, poetizando,
como al cabo de sus fuerzas todo artista.
Así la dejo en manos de mayor bando
que el de mi tuba, que conduce
la ardua su materia terminando,
y con acto y voz de expedito guía
recomenzó: Hemos salido fuera
del mayor cuerpo al cielo que es luz pura:
luz intelectual, plena de amor;
amor de verdadero bien, lleno de dicha;
dicha que trasciende toda dulzura.
Aquí verás a ambas milicias
del paraíso, y a una con el mismo aspecto
en que la verás en la última justicia.
Como súbito relámpago que dispersa
los espíritus visivos, tal que priva
al ojo de ver más fuertes objetos,
así me circundó una luz viva,
y dejóme cegado con tal velo
su fulgor, que nada aparecía.
Siempre el amor que aquieta este cielo
con este saludo al que llega acoge
a fin de disponer a su llama la candela.
Tan pronto hubieron llegado a mí
estas breves palabras, comprendí
que había ascendido por encima de mis fuerzas;
y me reencendí en una visión nueva
tal que de ninguna luz más pura que fuera
no pudieran mis ojos defenderse de ella.
Y vi una luz viniendo como un río
fúlgido de fulgor, entre dos riberas
salpicadas de admirable primavera.
De la corriente brotaban centellas vivas,
que de todas partes llovían en las flores,
como rubíes que el oro circunscribe;
luego, como embriagadas de olores
sumergíanse en el admirable torbellino,
y la una se metía y la otra se salía afuera.
El gran deseo que ahora te inflama y urge,
que te expliquen lo que estás viendo,
tanto me place cuanto mayor insurge;
pero es preciso que de esta agua bebas
antes de que tanta sed en ti se sacie.
Así me dijo el sol de los ojos míos.
Y agregó todavía: El río y los topacios
que entran y salen y el sonreír de la hierba
como sombra de las veras son prefacios;
no que estas mismas cosas en sí sean acerbas;
mas por defecto de tu parte
porque tu visión no es aún tan soberbia.
No hay infante que tan súbito vuelva
su rostro a la leche, si despierta
más tarde de lo que acostumbra,
como yo por mejorar los espejos
de mis ojos, inclinándome a la onda
que se abre para que allí se prospere.
Y no bien de ella bebieron las cejas
de mis párpados, me pareció que la corriente
en su dimensión se hacía redonda.
Luego, como gente enmascarada
que se ve distinta que antes si desviste
la ajena figura que la esconde,
así se cambiaron en mayor fiesta
las flores y las centellas, en cuanto vi
a ambas las cortes del cielo manifiestas.
¡Oh esplendor de Dios por quien vi
el alto triunfo del veraz reino,
dame la virtud de contarlo como lo vi!
Luz hay allá arriba que hace visible
al creador a toda criatura
que de sólo verlo funda su paz.
Y se extiende en circular figura,
de tal tamaño que su circunferencia
sería del Sol demasiado amplia cintura;
de rayos consiste toda su apariencia
que se reflejan en la cumbre del primer móvil,
que obtiene de allí su vivir y su potencia.
Y como colina que en el agua sus laderas
espeja, como para verse bella,
cuando de verdura y flores rebosa
así, sobre la luz y flotando en torno,
vi espejarse en mil graderías las almas todas
que de nuestro mundo han hecho allí arriba su retorno.
Y si el ínfimo grado recoge
tan gran luz, ¡cuál será de esta rosa
la magnitud de sus extremas frondas!
Mi visión en lo amplio y en la altura
no se perdía, mas de todas las cosas prendía
el cuánto y el cuál de aquella alegría.
Cerca y lejos, allí, ni pone ni quita;
que donde Dios sin intermedios gobierna,
la ley natural no tiene cabida.
En el dorado centro de la rosa sempiterna,
que se dilata y se escala y resuma
olor de loas al Sol de la eterna primavera,
como quien calla y hablar quiere,
Beatriz me atrajo y dijo: ¡Mira
cuán grande es el convento de las estolas blancas!
¡Mira nuestra ciudad cuánto se extiende!
¡Mira nuestros escaños tan repletos,
que poca gente más se espera!
En esa gran sede en la que los ojos tienes
por la corona que ya está allí puesta,
antes que tú en estas nupcias cenes,
se sentará el alma, que ya fue augusta
del gran Enrique, que a enderezar Italia
vendrá antes que ella esté dispuesta.
La ciega codicia que os enferma,
os ha hecho como el niño
que muere de hambre y rechaza a la nodriza;
y hará que prefecto sea en el foro divino
un tal que en abierto y en cubierto
no andará con él por un mismo camino.
Mas poco será luego por Dios soportado
en el santo oficio: pues será arrojado
allá donde Simón Mago está por sus méritos
y hará que el de Anagni caiga aún más hondo.
poema de Dante Alighieri en La Divina Comedia, El Paraíso, traducido por Lic. Jorge Sanguinetti
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Pájaro azul
hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero soy duro con él,
le digo quédate ahí dentro, no voy
a permitir que nadie
te vea.
hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero yo le echo whisky encima y me trago
el humo de los cigarrillos,
y las putas y los camareros
y los dependientes de ultramarinos
nunca se dan cuenta
de que está ahí dentro.
hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero soy duro con él,
le digo quédate ahí abajo, ¿es que quieres
montarme un lío?
¿es que quieres
mis obras?
¿es que quieres que se hundan las ventas de mis libros
en Europa?
hay un pájaro azul en mi corazón
que quiere salir
pero soy demasiado listo, sólo le dejo salir
a veces por la noche
cuando todo el mundo duerme.
le digo ya sé que estás ahí,
no te pongas
triste.
luego lo vuelvo a introducir,
y él canta un poquito
ahí dentro, no le he dejado
morir del todo
y dormimos juntos
así
con nuestro
pacto secreto
y es tan tierno como
para hacer llorar
a un hombre, pero yo no
lloro,
¿lloras tú?
poema de Charles Bukowski
Añadido por Dan Costinaş
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Dream Song 14
La vida, amigos, es aburrida.
No deberíamos decirlo.
Después de todo, el cielo brilla, el majestuoso mar anhela,
Nosotros mismos brillamos y anhelamos,
además, mi madre me decía cuando niño
(repetidamente) "Cada vez que dices estar aburrido
significa que no tienes
Vida interior".
Concluyo que no tengo
vida interior, porque estoy muy aburrido.
La gente me aburre,
la literatura me aburre, especialmente la gran literatura,
Henry me aburre, con sus aprietos & líos
tan desafortunados como los de Aquiles,
que amaba a los demás y el arte valiente, lo cual me aburre.
Y las apacibles colinas, & el gin estorbando
y de alguna forma un perro
ha sido capturado desvaneciéndose
entre las montañas,
el mar o el cielo,
dejándome
atrás como a un payaso.
poema de John Berryman en The Dream Songs (1969)
Añadido por Dan Costinaş
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La casada infiel
Y que yo me la llevé al río
creyendo que era mozuela,
pero tenía marido.
Fue la noche de Santiago
y casi por compromiso.
Se apagaron los faroles
y se encendieron los grillos.
En las últimas esquinas
toqué sus pechos dormidos,
y se me abrieron de pronto
como ramos de jacintos.
El almidón de su enagua
me sonaba en el oído
como una pieza de seda
rasgada por diez cuchillos.
Sin luz de plata en sus copas
los árboles han crecido,
y un horizonte de perros
ladra muy lejos del río.
Pasadas las zarzamoras,
los juncos y los espinos,
bajo su mata de pelo
hice un hoyo sobre el limo.
Yo me quite la corbata.
Ella se quitó el vestido.
Yo el cinturón con revólver.
Ella sus cuatro corpiños.
Ni nardos ni caracolas
tienen el cutis tan fino,
ni los cristales con luna
relumbran con ese brillo.
Sus muslos se me escapan
como peces sorprendidos,
la mitad llenos de lumbre,
la mitad llenos de frío.
Aquella noche corrí
el mejor de los caminos,
montado en potra de nácar
sin bridas y sin estribos.
No quiero decir, por hombre,
las cosas que ella me dijo.
La luz del entendimiento
me hace ser muy comedido.
Sucia de besos y arena,
yo me la llevé al río.
Con el aire se batían
las espaldas de los lirios.
Me porté como quien soy.
Como un gitano legítimo.
Le regalé un costurero
grande, de raso pajizo,
y no quise enamorarme
porque teniendo marido
me dijo que era mozuela
cuando la llevaba al río
poema de Federico García Lorca en Romancero Gitano (1928)
Añadido por Dan Costinaş
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Así, pues, el camino de los Reyes Magos lleva al Mesías, a Aquel a quien el Padre "santificó y envió al mundo". Su camino es también el caminó del Espíritu. Es sobre todo el camino en el Espíritu Santo. Al recorrer este camino —no tanto en las vías de las regiones del Oriente Medio, cuanto más bien a través de los misteriosos caminos del alma— el hombre es conducido por la luz espiritual que proviene de Dios, representada en esa estrella, a la que seguían los tres Reyes Magos.
cita de Juan Pablo II
Añadido por Dan Costinaş
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En Argentina, los que no son judíos, y hablo de los hombres, no practican. Ni siquiera van a la iglesia los domingos. El meollo del asunto está en las señoras. Ellas sí van a la iglesia y se confiesan con el sacerdote. Y cuando el marido de la dama no está en casa, entonces hay vía libre con ella. Pero no dura mucho; a los treinta la dama ya no vale para nada. Todo eso se debe al clima. Además, prácticamente todos los hombres tienen una amante allí.
Isaac Bashevis Singer en Escoria (1991)
Añadido por Dan Costinaş
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Con estas y con otras leyes y estatutos nos conservamos y vivimos alegres; somos señores de los campos, de los sembrados, de las selvas, de los montes, de las fuentes y de los ríos. Los montes nos ofrecen leña de balde; los árboles, frutas; las viñas, uvas; las huertas, hortaliza; las fuentes, agua; los ríos, peces, y los vedados, caza; sombra, las peñas; aire fresco, las quiebras; y casas, las cuevas. Para nosotros las inclemencias del cielo son oreos, refrigerio las nieves, baños la lluvia, músicas los truenos y hachas los relámpagos.
Miguel de Cervantes Saavedra en Novelas ejemplares (La gitanilla) (1613)
Añadido por Dan Costinaş
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Nunca fantaseé con Rita Hayworth. Iba maqueada, lacada, barnizada, depilada, inyectada y emperifollada. Despidió a mi padre antes de que el matrimonio Hilliker-Ellroy implosionara. Rita era el deus ex machina por defecto de mi padre. Mi padre tenía una relación relajada con Rita. Era ella quien la había terminado, no él. Había más relaciones relajadas por delante. Había otras Ritas por ahí. Ya se buscaría una.
James Ellroy en A la caza de la mujer (2010)
Añadido por Dan Costinaş
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