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Yasunari Kawabata

Su serena respiración era más lenta que la de Eguchi. De vez en cuando el viento pasaba sobre la casa, pero ya no tenía el sonido de un invierno inminente. El bramido de las olas contra el acantilado se suavizaba al aproximarse. Su eco parecía llegar del océano como música que sonara en el cuerpo de la muchacha y los latidos de su pecho y el pulso de ella le servían de acompañamiento. Al ritmo de la música, una mariposa pura y blanca danzó sobre sus párpados cerrados. Retiró la mano de la muñeca de ella. No la tocaba en ninguna parte. Ni la fragancia de su aliento, ni de su cuerpo, ni de sus cabellos era fuerte.

Yasunari Kawabata en La casa de las bellezas durmientes (1961)Informarnos sobre un problema/apéndiceCitas similares
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Bram Stoker

La boca, por lo que podía ver de ella bajo el tupido bigote, era fina y tenía una apariencia más bien cruel, con unos dientes blancos peculiarmente agudos; éstos sobresalían sobre los labios, cuya notable rudeza mostraba una singular vitalidad en un hombre de su edad. En cuanto a lo demás, sus orejas eran pálidas y extremadamente puntiagudas en la parte superior; el mentón era amplio y fuerte, y las mejillas firmes, aunque delgadas. La tez era de una palidez extraordinaria.

Bram Stoker en Drácula (1897)Informarnos sobre un problema/apéndiceCitas similares
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Marin Sorescu

Grupo

Llevaban un montón de tiempo conviviendo.
Y habían empezado a repetirse un poco:

Él era ella,
Y ella era él.

Ella era ella,
Y él, era ella también.

Ella a veces era o no era,
Entonces él llegaba a ser ellas,
O algo así, por el estilo.

Por la mañana sobre todo,
Hasta que conseguían terminar de deslindarse
Quién era quién,
Dónde empezaban y dónde acababan,
¡Por qué así y no de otro modo,
Perdían un sinfin de horas!
Pasaba el tiempo como por un río llevado.

Trataban hasta de besarse a veces,
Pero de pronto descubrían,
Que ambos eran ella.
Más fáciles de repetir.

Y asustados, se ponían, pues
A bostezar.
Era un bostezo así,
De lana suave
Que hasta se podía tricotar
De la siguiente forma:
Una de ellas bostezaba muy atenta,
Mientras la otra sujetaba el ovillo.

poema de Marin Sorescu, traducido por Catalina IliescuInformarnos sobre un problema/apéndiceCitas similares
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Jane Austen

Las cualidades de Marianne estaban, en muchos aspectos, a la par de las de Elinor. Tenía inteligencia y buen juicio, pero era vehemente en todo; ni sus penas ni sus alegrías conocían la moderación. Era generosa, amable, atrayente: era todo, menos prudente. La semejanza entre ella y su madre era notable.

Jane Austen en Sentido y sensibilidad (1811)Informarnos sobre un problema/apéndiceCitas similares
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Mihai Eminescu

Amada, cada vez que yo pienso en nosotros...

Amada, cada vez que yo pienso en nosotros,
un océano de hielo aparece ante mí:
sobre la blanca bóveda no hay ya ninguna estrella,
la luna es una mancha amarilla a lo lejos.
Sobre miles de témpanos que las olas se llevan,
un pájaro planea, las alas fatigadas,
mientras su compañera ha seguido adelante,
unida a la bandada que se pierde al poniente.
Hacia donde ella vuela mira desesperado.
Ya no siente ni pena ni alegría. Se muere,
soñando en un instante todo el tiempo pasado.

Más lejos uno de otro cada vez nos sentimos,
cada vez me hundo más en la sombra y el hielo,
mientras desapareces en la eterna mañana.

poema de Mihai Eminescu en Poesías (Poesii) (1884)Informarnos sobre un problema/apéndiceCitas similares
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Pablo Neruda

Fábula de la sirena y los borrachos

Todos estos señores estaban dentro
cuando ella entró completamente desnuda
ellos habían bebido y comenzaron a escupirla
ella no entendía nada recién salía del rio
era una sirena que se había extraviado
los insultos corrían sobre su carne lisa
la inmundicia cubrió sus pechos de oro
ella no sabía llorar por eso no lloraba
no sabía vestirse por eso no se vestía
la tatuaron con cigarrillos y con corchos quemados
y reían hasta caer al suelo de la taberna
ella no hablaba porque no sabía hablar
sus ojos eran color de amor distante
sus brazos construídos de topacios gemelos
sus labios se cortaron en la luz del coral
y de pronto salió por esa puerta
apenas entro al rio quedó limpia
relució como una piedra blanca en la lluvia
y sin mirar atrás nadó de nuevo
nadó hacia nunca más hacia morir.

poema de Pablo Neruda en Regresó la sirena (1954)Informarnos sobre un problema/apéndiceCitas similares
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Cornelia Păun Heinzel

El ritmo de la vida

Yo camino en el ritmo entretenido de la música.
Yo vivo en el ritmo vibrante de la ciudad.
Yo me muevo en el ritmo misterioso de la vida.
Pero tu ritmo no es el mío,
y ni siquiera es el de ella,
aunque quizá nos sincronicemos algunas veces...

Yo respiro en el ritmo apasionado de la danza.
Yo pienso en el ritmo vivo de sus pasos.
Yo veo el ritmo de la vida de quienes me rodean.
Distinto al mío, en el tono y en el sonido,
y sin embargo, me sincronizo con el ritmo sin interrupción de los días
que se suceden uno tras otro.

Nosotros luchamos en el impresionante vórtice de la vida.
Nosotros vibramos por cada segundo ganado.
Nosotros corremos detrás de un espejismo del desierto
que hemos elegido como realidad ideal.
Pero mi espejismo no es el mismo que el tuyo, o el suyo,
y siempre afecta a uno o a otro, pero nunca a todos.

poema de Cornelia Păun Heinzel en Estepona viva: Narrativa-poesía (18 marzo 2014), traducido por Alfredo CernudaInformarnos sobre un problema/apéndiceCitas similares
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Edgar Rice Burroughs

Una sensación de soñolienta placidez se abatió sobre Jane cuando su cuerpo se hundió en la suavi­dad de la hierba, donde Tarzán la había depositado. La muchacha levantó la mirada hacia la gigantesca figura del hombre que se alzaba sobre ella y cuya pre­sencia añadía una extraña impresión de perfecta seguridad.

Edgar Rice Burroughs en Tarzán de los monos (1912)Informarnos sobre un problema/apéndiceCitas similares
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Federico García Lorca

La casada infiel

Y que yo me la llevé al río
creyendo que era mozuela,
pero tenía marido.

Fue la noche de Santiago
y casi por compromiso.
Se apagaron los faroles
y se encendieron los grillos.

En las últimas esquinas
toqué sus pechos dormidos,
y se me abrieron de pronto
como ramos de jacintos.

El almidón de su enagua
me sonaba en el oído
como una pieza de seda
rasgada por diez cuchillos.

Sin luz de plata en sus copas
los árboles han crecido,
y un horizonte de perros
ladra muy lejos del río.

Pasadas las zarzamoras,
los juncos y los espinos,
bajo su mata de pelo
hice un hoyo sobre el limo.

Yo me quite la corbata.
Ella se quitó el vestido.
Yo el cinturón con revólver.
Ella sus cuatro corpiños.

Ni nardos ni caracolas
tienen el cutis tan fino,
ni los cristales con luna
relumbran con ese brillo.

Sus muslos se me escapan
como peces sorprendidos,
la mitad llenos de lumbre,
la mitad llenos de frío.

Aquella noche corrí
el mejor de los caminos,
montado en potra de nácar
sin bridas y sin estribos.

No quiero decir, por hombre,
las cosas que ella me dijo.
La luz del entendimiento
me hace ser muy comedido.

Sucia de besos y arena,
yo me la llevé al río.
Con el aire se batían
las espaldas de los lirios.

Me porté como quien soy.
Como un gitano legítimo.
Le regalé un costurero
grande, de raso pajizo,
y no quise enamorarme
porque teniendo marido
me dijo que era mozuela
cuando la llevaba al río

poema de Federico García Lorca en Romancero Gitano (1928)Informarnos sobre un problema/apéndiceCitas similares
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Gabriel García Márquez

La última imagen que su madre tenía de él era la de su paso fugaz por el dormitorio. La había despertado cuando trataba de encontrar a tientas una aspirina en el botiquín del baño, y ella encendió la luz y lo vio aparecer en la puerta con el vaso de agua en la mano, como había de recordarlo para siempre. Santiago Nasar le contó entonces el sueño, pero ella no les puso atención a los árboles.

Gabriel García Márquez en Crónica de una muerte anunciada (1981)Informarnos sobre un problema/apéndiceCitas similares
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William Butler Yeats

Leda y el Cisne

Una ráfaga súbita: las magnas alas desplegadas
sobre la doncella vacilante, los muslos acariciados
por las negras palmas, en el cuello el pico preso;
indefensa y sujeta pecho contra pecho.

¿Cómo pueden esos frágiles dedos aterrados
defender los mansos muslos de la gloria alada?
Y ante ese blanco torrente, un cuerpo así tendido,
¿qué hace salvo sentir el palpitar desconocido?

Un espasmo en la entrepierna concibe
el muro caído, el techo y la torre ardiendo,
a Agamenón y su muerte.
Tan impotente,
tan rendida ante el brutal hijo del aire,
¿unió ella al recibirlos el saber y el poder
antes de que el indiferente pico la dejara caer?

poema de William Butler Yeats, traducido por Gustavo NegrínInformarnos sobre un problema/apéndiceCitas similares
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La música es más que una mujer, porque de la mujer te podes divorciar, pero de la música no. Una vez que te casas, es tu amor eterno, para toda la vida y te vas a la tumba con ella encima.

cita de Astor PiazzollaInformarnos sobre un problema/apéndiceCitas similares
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Reincorporación

De madrugada, al alba, eres despertado
y pones sobre ti la manta tirada
durante la noche como un vestido innecesario.

El proceso de la reincorporación es lento
o puede ser rápido, depende del impacto
con las ramas tembladoras de fuera.

Miras, juegas sobre los arrecifes de nubes,
con los rayos del sol, apresurados
por el polvo volador de los bemoles.

Los verbos vivos vuelan y ellos alrededor,
salen de la casa estática junto a ti,
con tus padres que se van a azadonar.

Caminas por senderos oscuros, húmedos,
pisas sobre espinas escondidas entre las hierbas
hasta que se te hinchan las plantas de los pies.

Dolor y camino, pasos rápidos, seguidos
por la respiración provocada por las labores,
manos de fata morgana que trabajan.

Desde aquí empieza el deslumbramiento del sol,
hasta que viene el almuerzo junto a tus padres
en el campo, a la sombra de una brisa.

La salida del cuerpo se hace como siempre,
de vuelta por los senderos conocidos,
cuando te pones el vestido de la noche.

Entonces sumerges tu cuerpo entre las mantas,
apoyando la frágil frente en el alto del cielo
y esperando que entre otro ente.

poema de Andrei LangaInformarnos sobre un problema/apéndiceCitas similares
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Verner von Heidenstam

Las columnas de nubes, que se habían hundido en la lejanía del mar, dormían ahora sobre las olas, y el aire era azul como en una fábula.

Verner von Heidenstam en Los paladines de Carlos XII (1898)Informarnos sobre un problema/apéndiceCitas similares
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Ernest Hemingway

Entonces, comenzaron a ganar altura hacia el este, parecía; después, oscureció y se encontraron en plena tormenta, la lluvia tan espesa que podía haber creído volar a través de un cascada, y después salieron de ella y Compie volvió la cabeza y sonrió, señalando a algo con el dedo, delante de ellos, todo lo que pudo ver, tan vasta como el mundo, inmensa, alta e increíblemente blanca bajo el sol, era la cima cuadrada del Kilimanjaro. Y entonces comprendió que era adonde iba.

Ernest Hemingway en Las nieves del Kilimanjaro (1936)Informarnos sobre un problema/apéndiceCitas similares
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Yo solo me echo miel en el té

yo solo me echo miel en el té
ella se sienta tranquilamente en la silla y me mira
se extraña de que mi mano no tiemble

es tan temprano que
en sus ojos cabe el sol
sólo para acomodarse una vez más
luego sale del mar

ella ya no está sentada en la silla pero me mira
tiene las manos frías y la pared
entre nosotros se ha vuelto transparente

poema de Călin Hera en Yo solo me echo miel en el té (Îmi pun singur miere în ceai) (2010), traducido por Mihaela BazavanInformarnos sobre un problema/apéndiceCitas similares
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Cuando me miro en el espejo veo a la niña que era cuando yo era pequeña, con los tirantes, los dientes torcidos, una cara infantil y un cuerpo delgado.

cita de Heather LocklearInformarnos sobre un problema/apéndiceCitas similares
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Rafael Alberti

De la Fornarina a Picasso

Gracias, maestro, por haber grabado
tan al detalle mis secretas cosas:
las empinadas cimas rumorosas
y el abismo absorbido o penetrado.

Maravilla de haberme revelado
en las posturas más maravillosas:
tronchado el cuerpo o por sus anchurosas
formas al viento en vilo levantado.

Gracias, maestro, os da la Fornarina
en nombre de su fino y bello amante,
también grabado en su pasión secreta:

el gallo siempre alerta o tremolante
dentro del horno fabricando harina
y en la mano el pincel y la paleta.

poema de Rafael Alberti en Sobre los amores secretos de Rafael y la Fornarina (1968)Informarnos sobre un problema/apéndiceCitas similares
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Hermanos Grimm

Había una vez una niña muy bonita, una pequeña princesa que tenía un cutis blanco como la nieve, labios y mejillas rojos como la sangre, y cabellos negros como el azabache. Su nombre era Blancanieves.

Hermanos Grimm en Blancanieves y los siete enanitos (1812)Informarnos sobre un problema/apéndiceCitas similares
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José Eustasio Rivera

Alas de seda

Persiguiendo el perfume de risueño retiro,
la fugaz mariposa por el monte revuela,
y en esos aires enciende sutilisima estela
con sus pétalos tenues de cambiante zafiro.

En la ronda versátil de su trémulo giro
esclarece las grutas como azul lentejuela;
y al flotar en la lumbre que en los ámbitos riela,
vibra el sol y en la brisa se difunde un suspiro.

Al rumor de las lianas y al vaivén de las quinas,
resplandece en la fronda de las altas colinas,
polvoreando de plata la florida arboleda;

y la gloriosa en el brillo de sus luces triunfales,
sobre el limpio remanso de sernos cristales
pasa, sin hacer sombra, con sus alas de seda.

poema de José Eustasio RiveraInformarnos sobre un problema/apéndiceCitas similares
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Camil Petrescu

Entonces descubrí un cuerpo de mujer del que no puedo decir que nunca había visto nada igual. Tal como estaba, tumbada de espaldas, sus pequeños pechos vistos desde arriba apenas se distinguían, aunque sí se formaba una zona mullida sobre la cual la pequeña pepita rodeada de un medallón de color vino reposaba sobre una discreta almohadilla.

Camil Petrescu en El lecho de Procusto (1933)Informarnos sobre un problema/apéndiceCitas similares
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