Leda y el Cisne
Una ráfaga súbita: las magnas alas desplegadas
sobre la doncella vacilante, los muslos acariciados
por las negras palmas, en el cuello el pico preso;
indefensa y sujeta pecho contra pecho.
¿Cómo pueden esos frágiles dedos aterrados
defender los mansos muslos de la gloria alada?
Y ante ese blanco torrente, un cuerpo así tendido,
¿qué hace salvo sentir el palpitar desconocido?
Un espasmo en la entrepierna concibe
el muro caído, el techo y la torre ardiendo,
a Agamenón y su muerte.
Tan impotente,
tan rendida ante el brutal hijo del aire,
¿unió ella al recibirlos el saber y el poder
antes de que el indiferente pico la dejara caer?
poema de William Butler Yeats, traducido por Gustavo Negrín
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Su serena respiración era más lenta que la de Eguchi. De vez en cuando el viento pasaba sobre la casa, pero ya no tenía el sonido de un invierno inminente. El bramido de las olas contra el acantilado se suavizaba al aproximarse. Su eco parecía llegar del océano como música que sonara en el cuerpo de la muchacha y los latidos de su pecho y el pulso de ella le servían de acompañamiento. Al ritmo de la música, una mariposa pura y blanca danzó sobre sus párpados cerrados. Retiró la mano de la muñeca de ella. No la tocaba en ninguna parte. Ni la fragancia de su aliento, ni de su cuerpo, ni de sus cabellos era fuerte.
Yasunari Kawabata en La casa de las bellezas durmientes (1961)
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El Cisne
Sin ruido, en el espejo de hondos y calmos lagos,
el cisne impulsa la ola, y con sus largos remos
se desliza. En sus flancos, su plumón se asemeja
a las nieves de abril, que hace ceder el sol;
pero firme y de un blanco que brilla bajo el céfiro,
su gran ala lo arrastra como a un lento navío.
Alza su hermoso cuello sobre el cañaveral,
lo hunde, lo pasea, y estirado en el agua,
lo curva con donaire, como un perfil de acanto,
y oculta en su garganta brillante el negro pico.
A veces, junto a pinos que albergan paz y sombra,
serpentea, y dejando que los herbajes densos
se arrastren en pos de él como una cabellera,
avanza, con andar desmayado y tardío.
La gruta, en la cual oye su sentir el poeta
y la fuente que llora una ausencia infinita,
le placen: vaga allí y una hoja de sauce
al caerse le roza los hombros en silencio.
A veces, a alta mar, lejos del bosque oscuro
se llega y, timoneando, soberbio, en el azur,
elige, al celebrar su blancura que admira,
el sitio deslumbrante donde el sol se refleja.
Luego, cuando la costa del agua no distingue,
a la hora en que todo forma un confuso espectro,
cuando ya no se mueven ni un junco ni un gladiolo,
y hacen ruido las ranas en el sereno bosque
y en el claro de luna la luciérnaga luce:
en el lago sombrío, que bajo ella copia
una espléndida noche lacteada y violeta,
el ave, como un vaso de plata entre diamantes,
la cabeza en el ala, se duerme entre dos cielos.
poema de Sully Prudhomme
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Soneto XVII
No te amo como si fueras rosa de sal, topacio
o flecha de claveles que propagan el fuego:
te amo como se aman ciertas cosas oscuras,
secretamente, entre la sombra y el alma.
Te amo como la planta que no florece y lleva
dentro de sí, escondida, la luz de aquellas flores,
y gracias a tu amor vive oscuro en mi cuerpo
el apretado aroma que ascendió de la tierra.
Te amo sin saber cómo, ni cuándo, ni de dónde,
te amo directamente sin problemas ni orgullo:
así te amo porque no sé amar de otra manera,
sino así de este modo en que no soy ni eres,
tan cerca que tu mano sobre mi pecho es mía,
tan cerca que se cierran tus ojos con mi sueño.
poema de Pablo Neruda en Cien sonetos de amor (1959)
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Nací en el mismo momento en que el general Tejero daba unos tiros al aire en el congreso de los diputados. Según me contó, alguien empezó a chillar en la sala de al lado donde mi madre me daba a luz, y la matrona que la estaba atendiendo, nerviosa por no poder ver lo que estaba ocurriendo, metió la mano dentro de mi madre y cogiéndome del cuello, tiró de mí, me soltó sobre el vientre de mi progenitora y se fue a ver que pasaba en el congreso.
Tomi Martínez de la Torre en La Chica de los 15 minutos
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Reyerta
En la mitad del barranco
las navajas de Albacete,
bellas de sangre contraria,
relucen como los peces.
Una dura luz de naipe
recorta en el agrio verde
caballos enfurecidos
y perfiles de jinetes.
En la copa de un olivo
lloran dos viejas mujeres.
El toro de la reyerta
se sube por las paredes.
Ángeles negros traían
pañuelos y agua de nieve.
Ángeles con grandes alas
de navajas de Albacete.
Juan Antonio el de Montilla
rueda muerto la pendiente,
su cuerpo lleno de lirios
y una granada en las sienes.
Ahora monta cruz de fuego,
carreta de la muerte.
El juez, con guardia civil,
por los olivares viene.
Sangre resbalada gime
muda canción de serpiente.
-Señores guardias civiles;
aquí pasó lo de siempre.
Han muerto cuatro romanos
y cinco cartagineses.
La tarde loca de higueras
y de rumores calientes
cae
desmayada en los muslos
heridos de los jinetes.
Y ángeles negros volaban
por el aire del poniente.
Ángeles de largas trenzas
y corazones de aceite.
poema de Federico García Lorca en Romancero Gitano (1928)
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La indiferencia del mexicano ante la muerte se nutre de su indiferencia ante la vida.
cita de Octavio Paz
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La casada infiel
Y que yo me la llevé al río
creyendo que era mozuela,
pero tenía marido.
Fue la noche de Santiago
y casi por compromiso.
Se apagaron los faroles
y se encendieron los grillos.
En las últimas esquinas
toqué sus pechos dormidos,
y se me abrieron de pronto
como ramos de jacintos.
El almidón de su enagua
me sonaba en el oído
como una pieza de seda
rasgada por diez cuchillos.
Sin luz de plata en sus copas
los árboles han crecido,
y un horizonte de perros
ladra muy lejos del río.
Pasadas las zarzamoras,
los juncos y los espinos,
bajo su mata de pelo
hice un hoyo sobre el limo.
Yo me quite la corbata.
Ella se quitó el vestido.
Yo el cinturón con revólver.
Ella sus cuatro corpiños.
Ni nardos ni caracolas
tienen el cutis tan fino,
ni los cristales con luna
relumbran con ese brillo.
Sus muslos se me escapan
como peces sorprendidos,
la mitad llenos de lumbre,
la mitad llenos de frío.
Aquella noche corrí
el mejor de los caminos,
montado en potra de nácar
sin bridas y sin estribos.
No quiero decir, por hombre,
las cosas que ella me dijo.
La luz del entendimiento
me hace ser muy comedido.
Sucia de besos y arena,
yo me la llevé al río.
Con el aire se batían
las espaldas de los lirios.
Me porté como quien soy.
Como un gitano legítimo.
Le regalé un costurero
grande, de raso pajizo,
y no quise enamorarme
porque teniendo marido
me dijo que era mozuela
cuando la llevaba al río
poema de Federico García Lorca en Romancero Gitano (1928)
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Luna enemiga
Como al chocar los astros contra mi pecho no veía,
fui hundiéndome de espaldas en los cielos pasados.
Diez reyes del otoño contra mí se rebelaron.
Ángeles y traiciones siempre aceleran las caídas.
Una hoja, un hombre.
En tu órbita se quemaba mi sangre, luna enemiga.
Salvadme de los años en estado de nebulosa,
de los espejos que pronuncian trajes y páginas desvanecidos,
de las manos estampadas en los recuerdos que bostezan.
Huid.
Nos entierran en viento enemigo.
Y es que mi alma ha olvidado las reglas.
poema de Rafael Alberti en Sobre los ángeles (1929)
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Cuando pensaba en nuestra sociedad, ante los ojos del doctor Torrent aparecía un muro basáltico de color gris oscuro, extremadamente denso, compacto, sin fisuras, abrumadoramente impermeable. Pero cuando se imaginaba ese muro, no sabía si era real o pintado.
Josep Pla en Nocturno de primavera (1953)
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O por mejor decir, toda su persona era una mueca. Una enorme cabeza herizada de cerdas rojas, una joroba inmensa entre los hombros cuya superabundancia se echaba de ménos en la delantera del cuerpo; un sistema de muslos y de piernas tan singularmente disparatado, que no podian tocarse mas que por las rodillas, y que vistas de frente, parecian dos hoces reunidas por el puño; anchos pies y monstruosas manos; y en medio de aquella disformidad, cierto aire temible de fuerza, valor y agilidad, rara excepcion de la regla eterna que quiere que la fuerza, como la hermosura, resulte de la armonia: tal era el papa que acababan de elegir los locos.
Victor Hugo en Nuestra Señora de París (1831)
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Para mi corazón basta tu pecho,
para tu libertad bastan mis alas.
cita de Pablo Neruda
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Las madres, cualquiera que sea su condición, tienen un carácter sagrado ante el cual a nadie es dado permanecer indiferente.
cita de Eduardo Santos
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Todos somos iguales ante la ley, pero no ante los encargados de aplicarla.
aforismo de Stanislaw Jerzy Lec
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Todos somos iguales ante la ley, pero no ante los encargados de aplicarla.
cita de Stanislaw Jerzy Lec
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Amada, cada vez que yo pienso en nosotros...
Amada, cada vez que yo pienso en nosotros,
un océano de hielo aparece ante mí:
sobre la blanca bóveda no hay ya ninguna estrella,
la luna es una mancha amarilla a lo lejos.
Sobre miles de témpanos que las olas se llevan,
un pájaro planea, las alas fatigadas,
mientras su compañera ha seguido adelante,
unida a la bandada que se pierde al poniente.
Hacia donde ella vuela mira desesperado.
Ya no siente ni pena ni alegría. Se muere,
soñando en un instante todo el tiempo pasado.
Más lejos uno de otro cada vez nos sentimos,
cada vez me hundo más en la sombra y el hielo,
mientras desapareces en la eterna mañana.
poema de Mihai Eminescu en Poesías (Poesii) (1884)
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Siempre
Antes de mí
no tengo celos.
Ven con un hombre
a la espalda,
ven con cien hombres en tu cabellera,
ven con mil hombres entre tu pecho y tus pies,
ven como un río lleno de ahogados
que encuentra el mar furioso,
la espuma eterna, el tiempo.
Tráelos todos
adonde yo te espero:
siempre estaremos solos,
siempre estaremos tú y yo
solos sobre la tierra
para comenzar la vida.
poema de Pablo Neruda en Los versos del capitán, Las furias (1952)
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En vano se echa la red ante los ojos de los que tienen alas.
cita de Gabriela Mistral
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El Lago
El lago azul de los bosques
cargado está de nenúfares;
temblando en círculos blancos
hace zozobrar la barca.
Y yo paseo a la orilla
como si estoy esperando
que ella surja de los juncos
y caiga dulce en mi pecho;
que saltemos a la barca,
que el agua nos balancee,
que se me escape el timón
y los ramos se me escapen;
que flotemos dulcemente
bajo el claror de la luna,
que el viento gima en los juncos
y el agua ondulando cante.
Pero ella no llega... Solo,
en vano sufro y suspiro
junto al lago azul cargado
de la flor de los nenúfares.
poema de Mihai Eminescu en Poemas (Poesii) (1876), traducido por María Teresa León
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Red cautivadora
En la extensión mojada,
lejos de las habitaciones y las leyes,
desveló el nuevo día,
alto ya el sol, una congoja
de salinas y esteros (charcos) extasiados, de rostros
quemados en el mar, de vida quieta
y esperante, bajo la luz del Sur.
Había una charca negra. Los cardúmenes (bancos de peces),
desposeídos antes de su casa sin límite,
arreados más tarde
por las grandes cuadrículas amargas de la sal,
giraban en silencio; hacia la superficie
se conmovió lo negro de repente
en vastos y callados remolinos, como si contuviera
una culpa incallable, mas no llegó a brillar
un anhelante lomo que del aire
lo esperase aún todo.
Hundiéndose hasta el pecho entonces
en los limos (lodales) inmemoriales,
un hombre, cinco, siete, trabaron ya las aguas,
las mallas, las señales
del terror; todo comenzó a hervir
y el estéril fragor de los saltos subía,
en columna de cuerpos traicionados,
hasta colmar la oscura lancha, las riberas,
el húmedo y desierto amanecer.
Cuánta vida acosada,
pugnando por salvarse, debatía
una batalla desoída y múltiple
de vanas contorsiones, inútiles
maniobras, intentos
contra la trampa última,
sólo a una anticipada muerte conducentes.
poema de Fernando Quiñones
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Los que se desaniman ante un fracaso es porque ya tienen todo lo que pueden.
cita de Wallace Stevens
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