FelicÃsimos y venturosos fueron los tiempos donde se echó al mundo el audacÃsimo caballero don Quijote de la Mancha, pues por haber tenido tan honrosa determinación como fue el querer resucitar y volver al mundo la ya perdida y casi muerta orden de la andante caballerÃa, gozamos ahora, en esta nuestra edad, necesitada de alegres entretenimientos, no sólo de la dulzura de su verdadera historia, sino de los cuentos y episodios della, que, en parte, no son menos agradables y artificiosos y verdaderos que la misma historia...
Miguel de Cervantes Saavedra en El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (1605)
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Citas similares
- Esta es, señores, la verdadera historia de mi tragedia: mirad y juzgad ahora si los suspiros que escuchastes, las palabras que oÃstes y las lágrimas que de mis ojos salÃan, tenÃan ocasión bastante para mostrarse en mayor abundancia; y, considerada la calidad de mi desgracia, veréis que será en vano el consuelo, pues es imposible el remedio della.
Miguel de Cervantes Saavedra en El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (1605)
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Pero el autor desta historia, puesto que con curiosidad y diligencia ha buscado los hechos que don Quijote hizo en su tercera salida, no ha podido hallar noticia de ellas, a lo menos por escrituras auténticas; sólo la fama ha guardado, en las memorias de la Mancha, que don Quijote, la tercera vez que salió de su casa, fue a Zaragoza, donde se halló en unas famosas justas que en aquella ciudad hicieron, y allà le pasaron cosas dignas de su valor y buen entendimiento.
Miguel de Cervantes Saavedra en El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (1605)
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Puesto nombre, y tan a su gusto, a su caballo, quiso ponérsele a sà mismo, y en este pensamiento duró otros ocho dÃas, y al cabo se vino a llamar don Quijote; de donde -como queda dicho- tomaron ocasión los autores desta tan verdadera historia que, sin duda, se debÃa de llamar Quijada, y no Quesada, como otros quisieron decir.
Miguel de Cervantes Saavedra en El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (1605)
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Señor don Quijote, vuestra merced me eche su bendición y me dé licencia; que desde aquà me quiero volver a mi casa, y a mi mujer y a mis hijos, con los cuales, por lo menos, hablaré y departiré todo lo que quisiere; porque querer vuestra merced que vaya con él por estas soledades, de dÃa y de noche, y que no le hable cuando me diere gusto es enterrarme en vida.
Miguel de Cervantes Saavedra en El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (1605)
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Porque los muertos somos difÃciles de distinguir de los vivos, y nos disimulamos entre los entresijos del mundo, buscando un pequeño rincón donde vegetar y contemplar el espectáculo que ahora sabemos, que no termina nunca, que es eterno; para todos, menos para nosotros.
Félix de Azúa en Historia de un idiota contada por él mismo (1986)
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VivÃa en esta mesma tierra un cielo, donde puso el amor toda la gloria que yo acertara a desearme: tal es la hermosura de Luscinda, doncella tan noble y tan rica como yo, pero de más ventura, y de menos firmeza de la que a mis honrados pensamientos se debÃa.
Miguel de Cervantes Saavedra en El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (1605)
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Las creaciones verdaderamente brillantes son parricidas: Cervantes quedó casi eliminado de la historia por Don Quijote y Sancho Panza.
George Călinescu en Escritores extranjeros, Cervantes (1967), traducido por Dan Costinaş
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La Señora Oriana a Dulcinea del Toboso
¡Oh, quién tuviera, hermosa Dulcinea,
por más comodidad y más reposo,
a Miraflores puesto en el Toboso,
y trocara sus Londres con tu aldea!
¡Oh, quién de tus deseos y librea
alma y cuerpo adornara, y del famoso
caballero que hiciste venturoso
mirara alguna desigual pelea!
¡Oh, quién tan castamente se escapara
del señor AmadÃs como tú hiciste
del comedido hidalgo don Quijote!
Que asà envidiada fuera y no envidiara,
y fuera alegre el tiempo que fue triste,
y gozara los gustos sin escote.
poema de Miguel de Cervantes Saavedra en El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (1605)
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Desde luego, es posible decir que Moby Dick refiere la historia de un lobo de mar obsesionado por una ballena blanca a la que persigue por todos los mares del mundo y que el Quijote narra las aventuras y desventuras de un caballero medio loco que trata de reproducir en las llanuras de la Mancha las proezas de los héroes de las ficciones caballerescas. Pero ¿alguien que haya leÃdo aquellas novelas reconocerÃa en esa descripción de sus «temas» los infinitamente ricos y sutiles universos que crearon Melville y Cervantes?
Mario Vargas Llosa en Cartas a un joven novelista, III. El poder de persuasión (1997)
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Ésta es, ¡oh señores!, la amarga historia de mi desgracia: decidme si es tal, que pueda celebrarse con menos sentimientos que los que en mà habéis visto; y no os canséis en persuadirme ni aconsejarme lo que la razón os dijere que puede ser bueno para mi remedio, porque ha de aprovechar conmigo lo que aprovecha la medicina recetada de famoso médico al enfermo que recebir no la quiere.
Miguel de Cervantes Saavedra en El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (1605)
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Canción de Otoño en Primavera
Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...
Plural ha sido la celeste
historia de mi corazón.
Era una dulce niña, en este
mundo de duelo y de aflicción.
Miraba como el alba pura;
sonreÃa como una flor.
Era su cabellera obscura
hecha de noche y de dolor.
Yo era tÃmido como un niño.
Ella, naturalmente, fue,
para mi amor hecho de armiño,
HerodÃas y Salomé...
Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...
Y más consoladora y más
halagadora y expresiva,
la otra fue más sensitiva
cual no pensé encontrar jamás.
Pues a su continua ternura
una pasión violenta unÃa.
En un peplo de gasa pura
una bacante se envolvÃa...
En sus brazos tomó mi ensueño
y lo arrulló como a un bebé...
Y te mató, triste y pequeño,
falto de luz, falto de fe...
Juventud, divino tesoro,
¡te fuiste para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...
Otra juzgó que era mi boca
el estuche de su pasión;
y que me roerÃa, loca,
con sus dientes el corazón.
Poniendo en un amor de exceso
la mira de su voluntad,
mientras eran abrazo y beso
sÃntesis de la eternidad;
y de nuestra carne ligera
imaginar siempre un Edén,
sin pensar que la Primavera
y la carne acaban también...
Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer.
¡Y las demás! En tantos climas,
en tantas tierras siempre son,
si no pretextos de mis rimas
fantasmas de mi corazón.
En vano busqué a la princesa
que estaba triste de esperar.
La vida es dura. Amarga y pesa.
¡Ya no hay princesa que cantar!
Mas a pesar del tiempo terco,
mi sed de amor no tiene fin;
con el cabello gris, me acerco
a los rosales del jardÃn...
Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...
¡Mas es mÃa el Alba de oro!
poema de Rubén DarÃo (1905)
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Considero mi paÃs a cualquier lugar del mundo en donde se habla rumano, y como historia nacional a la historia de Moldavia, de Valaquia, y a la de nuestros hermanos de Transilvania.
cita de Mihail Kogălniceanu (1843)
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Y asÃ, después de muchos nombres que formó, borró y quitó, añadió, deshizo y tornó a hacer en su memoria e imaginación, al fin le vino a llamar Rocinante: nombre, a su parecer, alto, sonoro y significativo de lo que habÃa sido cuando fue rocÃn, antes de lo que ahora era, que era antes y primero de todos los rocines del mundo.
Miguel de Cervantes Saavedra en El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (1605)
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Los enemigos mortales del hombre no son sus congéneres de otro continente o raza, sino que son los aspectos del mundo fÃsico que limitan o desafÃan su control, los gérmenes de enfermedades que le atacan a él y a sus plantas y animales domesticados, y los insectos que diseminan muchos de esos gérmenes, y le producen un daño directo notable. Esta no es la edad del hombre, por grande que sea su superioridad en tamaño e inteligencia, literalmente, esta es la edad de los insectos.
cita de Warder Clyde Allee
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Admiráronse los hombres asà de la figura como de las razones de don Quijote, sin entender la mitad de lo que en ellas decir querÃa. Acabaron de comer, cargaron con sus imágines y, despidiéndose de don Quijote, siguieron su viaje.
Miguel de Cervantes Saavedra en El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (1605)
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Pero el que más se admiró fue Sancho Panza, por parecerle -como era asà verdad- que en todos los dÃas de su vida habÃa visto tan hermosa criatura; y asÃ, preguntó al cura con grande ahÃnco le dijese quién era aquella tan fermosa señora, y qué era lo que buscaba por aquellos andurriales.
Miguel de Cervantes Saavedra en El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (1605)
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Sean, pues, parte tan claros desengaños para que volváis, ya que no podáis hacer otra cosa, el amor en rabia, la voluntad en despecho, y acabadme con él la vida, que como yo la rinda delante de mi buen esposo, la daré por bien empleada: quizá con mi muerte quedará satisfecho de la fe que le mantuve hasta el último trance de la vida.
Miguel de Cervantes Saavedra en El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (1605)
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Lorenzo: Se echó a reÃr. Cuando un caballero se declara a una señorita, aunque la señorita no le quiera, le oye con agrado, baja los ojos con modestia, sonrÃe con dulzura. Pues ella me oyó con asombro, con un asombro insolente; levantó los ojos, abriéndolos mucho, ¡parecÃan dos luceros maliciosos!..., y lanzó una carcajada. La sonrisa es sonrisa, y no ofende; la carcajada ¡abofetea!
réplica en Mancha que limpia, obra de José Echegaray (1895)
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Entretanto, el cuerpo del viejo caballero de San Francisco regresaba a su hogar, a un sepulcro en las playas del Nuevo Mundo. Después de haber pasado por muchas humillaciones, por mucho abandono humano, después de haber vagado durante semanas de una aduana a otra, habÃa sido conducido una vez más a aquel mismo famoso barco en el que tan recientemente, con tanta deferencia, habÃa sido conducido al Viejo Mundo.
Iván Bunin en El Caballero de San Francisco (1915)
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Cervantes era un hombre demasiado sabio como para no saber que, aún cuando opusiera los sueños y la realidad, la realidad no era, digamos, la verdadera realidad, o la monótona realidad común. Era una realidad creada por él; es decir, la gente que representa la realidad en Don Quijote forma parte del sueño de Cervantes tanto como Don Quijote y sus infladas ideas de la caballerosidad, de defender a los inocentes y demás. Y a lo largo de todo el libro hay una suerte de mezcla de los sueños y la realidad.
Jorge Luis Borges en Mi entrañable señor Cervantes (1968)
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