En tiempos inmemoriales, una rival le había arrojado vitriolo a la cara, pero ella pudo esquivarla y solamente dos o tres gotas de ácido le señalaron la mejilla izquierda y la comisura de los labios, dejando unas pequeñas huellas que ella consideraba que realzaban su encanto.
Borís Pasternak en Doctor Zhivago (1957)
Añadido por Dan Costinaş
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