Barrabás era un mocetón de unos treinta años, robusto, de pálida tez, barba rojiza y cabellos negros. Las cejas parecían también negras, los ojos se hundían en las órbitas, como si la mirada hubiera querido esconderse. Bajo uno de ellos descollaba una profunda cicatriz, que desaparecía en la barba.
Pär Lagerkvist en Barrabás (1950)
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Citas similares
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Negros ojos negros.
El mundo se abría
sobre sus pestañas
de negras distancias.
Dorada mirada.
El mundo se cierra
sobre sus pestañas
lluviosas y negras.
poema de Miguel Hernández en Cancionero y romancero de ausencias (1958)
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La boca, por lo que podía ver de ella bajo el tupido bigote, era fina y tenía una apariencia más bien cruel, con unos dientes blancos peculiarmente agudos; éstos sobresalían sobre los labios, cuya notable rudeza mostraba una singular vitalidad en un hombre de su edad. En cuanto a lo demás, sus orejas eran pálidas y extremadamente puntiagudas en la parte superior; el mentón era amplio y fuerte, y las mejillas firmes, aunque delgadas. La tez era de una palidez extraordinaria.
Bram Stoker en Drácula (1897)
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Mejor un judío sin barba que una barba sin judío.
proverbios judíos
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Más mísero que las piedras triste a más no poder el hombre escuálido con el atril hubiera querido aniquilarse.
Louis Aragon en Persona Pálida
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Había una vez una niña muy bonita, una pequeña princesa que tenía un cutis blanco como la nieve, labios y mejillas rojos como la sangre, y cabellos negros como el azabache. Su nombre era Blancanieves.
Hermanos Grimm en Blancanieves y los siete enanitos (1812)
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Decorado
Árboles blancos, árboles negros
Desnudos en el parque solitario
De luto el decorado, funerario...
Árboles blancos, árboles negros.
Gemidos se escuchan en el parque solitario...
Con plumas blancas, con plumas negras
Un ave eleva su canto funerario
Se pierde en el parque milenario...
Con plumas blancas, con plumas negras.
Fantasmas surgen en el parque solitario...
Las hojas blancas, las hojas negras;
Árboles blancos, árboles negros;
Y plumas blancas y plumas negras,
De luto el decorado, funerario...
Cae la nieve en el parque solitario...
poema de George Bacovia en Plomo (Plumb) (1916), traducido por Dan Munteanu Colán
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Las preguntas proféticas no acuñan palabras nuevas. Subvierten las expresiones comunes. Cuántas veces hemos sentido repetir la pregunta: “¿Para qué sirve el teatro?”. Las verdaderas respuestas no podemos alcanzarlas a través de las palabras, sino con los hechos.
cita de Eugenio Barba
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Cierta vez encontró la reproducción de un grabado, El infierno de la soledad, y la observó con curiosidad. Se trataba de un hombre flotando inestable en el aire, con sus ojos abiertos por el terror, pero el espacio que lo rodeaba, lejos de ser vacío, era una serie de sombras semitransparentes de muertos que impedían cualquier movimiento del hombre. Los muertos, cada uno con diferente expresión, parecían empujarse unos a otros mientras hablaban incesantemente al hombre.
Kobo Abe en La mujer de la arena (1962)
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Y mirá que apenas nos conocíamos y ya la vida urdía lo necesario para desencontrarnos minuciosamente. Como no sabías disimular me di cuenta en seguida de que para verte como yo quería era necesario empezar por cerrar los ojos, y entonces primero cosas como estrellas amarillas (moviéndose en una jalea de terciopelo), luego saltos rojos del humor y de las horas, ingreso paulatino en un mundo - Maga que era la torpeza y la confusión pero también helechos con la firma de la arena Klee, el circo Miró, los espejos de ceniza Vieira da Silva, un mundo donde te movías como un caballo de ajedrez que se moviera como una torre que se moviera como un alfil.
Julio Cortázar en Rayuela (1963)
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Cuando salía para la escuela, también mi madrastra se sinceró conmigo. Estábamos a solas, en la entrada de casa y me dijo que en aquel día tan triste para todos nosotros esperaba "contar con un comportamiento adecuado" por mi parte. No sabía qué responderle, así pues no dije nada. Quizá haya interpretado mal mi silencio, porque continuó diciéndome que no había querido herir mi sensibilidad y que sabía que su advertencia era, en realidad, innecesaria. Estaba segura de que yo, un muchacho de quince años, era perfectamente capaz de calibrar la "gravedad del golpe que habíamos recibido"; ésas fueron sus palabras. Asentí con la cabeza y vi que con eso le bastaba. Entonces, hizo un gesto con la mano, y temí que fuera a abrazarme. No lo hizo, se limitó a soltar un largo y profundo suspiro entrecortado. Me di cuenta de que sus ojos se ponían húmedos; me sentí incómodo. Después, me dejó ir. Fui andando desde la escuela hasta el almacén. Era una mañana limpia y tibia para ser el principio de la primavera. Hubiera podido desabrochar mi abrigo, pero desistí: la ligera brisa podía haber hecho que las solapas hubieran ocultado de manera antirreglamentaria mi estrella amarilla.
Imre Kertész en Sin destino (1975)
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En un lejano país existió hace muchos años una Oveja negra. Fue fusilada. Un siglo después, el rebaño arrepentido le levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien en el parque. Así, en lo sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente pasadas por las armas para que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse también en la escultura.
Augusto Monterroso en La oveja negra y demás fábulas (1969)
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Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación.
Charles Dickens en Historia de dos ciudades (1859)
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Y de nuevo apareció una cohorte pretoriana de gigantes sicambros, de ojos azules, de caras barbudas y cabellos rubios o rojos. A la cabeza de ella, las águilas romanas eran conducidas por portaestandartes, e iban también tablas con inscripciones, estatuas de dioses germanos y de Roma, guerreros, y, finalmente, el busto de Nerón.
Henryk Sienkiewicz en Quo Vadis? (1895)
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Un sociólogo norteamericano dijo hace más de treinta años que la propaganda era una formidable vendedora de sueños, pero resulta que yo no quiero que me vendan sueños ajenos, si no sencillamente que se cumplan los míos.
cita de Mario Benedetti
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Si la barba fuera todo, la cabra podría predicar.
proverbios holandeses
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Cuando apareció mi primer libro cuarenta años antes, había sido influenciado por el idealismo alemán. Apenas tres años más tarde (en la tesis en la que se me concedió la medalla de oro) era un seguidor del naturalismo inglés, después de lo cual volví a esa confortable posición bajo los signos del zodiaco que constituyen mi habitat natural, sólo que ésta vez la estrella que me guiaba no era Hegel como en Un Idealista, únicamente me quedaban Kant y Schopenhauer.
Karl Gjellerup en Autobiografía
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Byron canto a los antiguos atenienses como la primera raza que obtuvo el premio de la Gloria y Moore consigue toda nuestra simpatia con su cancion dedicada a una damisela americana a la que conocio envuelta en pieles cubriendose el vello pubico en las orillas del Schuylkill. Cuando la vi por primera vez era calida acogedora y joven. Todos conocemos esa antigua cancioncilla que alude a unos ojos que contemplaron por vez primera un tejo en el campo.
James Mangan en Una dosis de sesenta gotas de laudano, Primera gota
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El vínculo que te une a tu verdadera familia no es el de la sangre, es el del respeto y la alegría que tú sientes por las vidas de ellos, y ellos por la tuya. Muy raramente los miembros de una familia crecen bajo el mismo techo.
cita de Richard Bach
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El sol se levantó poco después de las tres y escaló gradualmente hasta cubrir cientos y miles de kilómetros de ventanas, senderos y porches, hasta mirar el interior de las habitaciones donde seres humanos dormían en sus camas. También se elevó sobre los nidos de los pájaros, en donde se aseguraba que no había atmósfera de domingo, porque en ellos cada mañana, especialmente una soleada, era igualmente sagrada.
Frans Eemil Sillanpää en Silja (1931)
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Es conocido que a mano derecha de las Indias hay una isla llamada California, muy cerca a esa parte del paraíso terrenal, que está habitada por mujeres negras, sin un solo hombre entre ellas, que viven al estilo de las amazonas. Tenían el cuerpo robusto, con corazones fuertes y apasionados y grandes virtudes. La isla misma es una de las más salvajes del mundo por sus escarpadas y llamativas rocas. Sus armas están todas hechas de oro. La isla está repleta de oro y piedras preciosas por todas partes, hasta el punto que no hay otros metales.
Garci Rodríguez de Montalvo en Las sergas de Esplandián (1510)
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