Y de nuevo apareció una cohorte pretoriana de gigantes sicambros, de ojos azules, de caras barbudas y cabellos rubios o rojos. A la cabeza de ella, las águilas romanas eran conducidas por portaestandartes, e iban también tablas con inscripciones, estatuas de dioses germanos y de Roma, guerreros, y, finalmente, el busto de Nerón.
Henryk Sienkiewicz en Quo Vadis? (1895)
Añadido por Dan Costinaş
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