Citas sobre programa casa violeta, página 11

Red cautivadora
En la extensión mojada,
lejos de las habitaciones y las leyes,
desveló el nuevo día,
alto ya el sol, una congoja
de salinas y esteros (charcos) extasiados, de rostros
quemados en el mar, de vida quieta
y esperante, bajo la luz del Sur.
Había una charca negra. Los cardúmenes (bancos de peces),
desposeídos antes de su casa sin límite,
arreados más tarde
por las grandes cuadrículas amargas de la sal,
giraban en silencio; hacia la superficie
se conmovió lo negro de repente
en vastos y callados remolinos, como si contuviera
una culpa incallable, mas no llegó a brillar
un anhelante lomo que del aire
lo esperase aún todo.
Hundiéndose hasta el pecho entonces
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poema de Fernando Quiñones
Añadido por Dan Costinaş
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Cuando salía para la escuela, también mi madrastra se sinceró conmigo. Estábamos a solas, en la entrada de casa y me dijo que en aquel día tan triste para todos nosotros esperaba "contar con un comportamiento adecuado" por mi parte. No sabía qué responderle, así pues no dije nada. Quizá haya interpretado mal mi silencio, porque continuó diciéndome que no había querido herir mi sensibilidad y que sabía que su advertencia era, en realidad, innecesaria. Estaba segura de que yo, un muchacho de quince años, era perfectamente capaz de calibrar la "gravedad del golpe que habíamos recibido"; ésas fueron sus palabras. Asentí con la cabeza y vi que con eso le bastaba. Entonces, hizo un gesto con la mano, y temí que fuera a abrazarme. No lo hizo, se limitó a soltar un largo y profundo suspiro entrecortado. Me di cuenta de que sus ojos se ponían húmedos; me sentí incómodo. Después, me dejó ir. Fui andando desde la escuela hasta el almacén. Era una mañana limpia y tibia para ser el principio de la primavera. Hubiera podido desabrochar mi abrigo, pero desistí: la ligera brisa podía haber hecho que las solapas hubieran ocultado de manera antirreglamentaria mi estrella amarilla.
Imre Kertész en Sin destino (1975)
Añadido por Dan Costinaş
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Reincorporación
De madrugada, al alba, eres despertado
y pones sobre ti la manta tirada
durante la noche como un vestido innecesario.
El proceso de la reincorporación es lento
o puede ser rápido, depende del impacto
con las ramas tembladoras de fuera.
Miras, juegas sobre los arrecifes de nubes,
con los rayos del sol, apresurados
por el polvo volador de los bemoles.
Los verbos vivos vuelan y ellos alrededor,
salen de la casa estática junto a ti,
con tus padres que se van a azadonar.
Caminas por senderos oscuros, húmedos,
pisas sobre espinas escondidas entre las hierbas
hasta que se te hinchan las plantas de los pies.
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poema de Andrei Langa
Añadido por Dan Costinaş
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El guardador de rebaños
El guardador de rebaños
En un medio día de fin de primavera
Tuve un sueño como una fotografía.
Vi a Jesucristo descender a la tierra.
Vino por la ladera de un monte
Tornado otra vez niño,
A correr y a revolcarse por la hierba
Y a arrancar flores para tirarlas luego
Y a reírse de modo que lo escuchen de lejos.
Había huido del cielo.
Era demasiado nuestro para fingirse
La segunda persona de la Trinidad.
En el cielo era todo falso, todo en desacuerdo
Con flores y árboles y piedras.
En el cielo había que estar siempre serio
Y de vez en cuando tornarse otra vez hombre
Y subir a la cruz, y estar siempre muriendo
Con una corona toda alrededor de espinas
[...] Leer más
poema de Fernando Pessoa en El yo profundo y los otros yos, traducido por Graciela Volco
Añadido por Dan Costinaş
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