Inés (saliendo a su encuentro): ¡Eduardo..., Eduardo!
Eduardo: ¡Inés de mi vida!
Inés: ¡Vaya una hora de venir!
Eduardo (con tono sumiso): Siempre vengo a las dos.
Inés: Y son las tres.
Eduardo: ¿Es posible? (mirando el reloj) No, vida mía; las dos menos cuarto.
Inés: (con autoridad.) Las tres.
Eduardo: (seńalando el reloj) Las dos menos cuarto. ¿Te convences? (seńalando el reloj de la chimenea) Y en ése, la misma hora.
Inés (ofendida): Bueno, bueno; tú tienes razón. ¡Qué amante tan fino, que regatea los minutos; que a toda hora le parece temprano para venir, y a toda hora tarde para separarse de su Inés; que sujeta los latidos de su corazón al volante de su cronómetro!
Eduardo (suplicante): ¡Inés!
Inés: Vete... Vete... Si no son las dos todavía... Si faltan quince minutos... Te vas a la Carrera de San Jerónimo, das un paseo mirando a la gente, y a las dos en punto vuelves.
Eduardo: ¡Inés!
Inés: ¡Si ésa es la hora a que acostumbras venir! ¡Pues no faltaba más! ¿Qué diría el Observatorio Astronómico si adelantases?
Eduardo: ¡Por Dios, perdóname!... He hecho mal.
réplica en O locura ó santidad, Acto I, Escena 5, obra de José Echegaray (1877)
Añadido por Dan Costinaş
¡Comentar! | ¡Votar! | ¡Copia! | En rumano