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Ocurrióseme preguntar á Rubén Darío, á pesar de que sus tendencias literarias no son las mías, si él escribiría algo que sirviera de prólogo á estos versos. — Si yo escribiera me contestó, "le caería á Vd. fuerte" — Entonces, le dije, Pido á Vd. su opinión en una página.

Alberto Ghiraldo en Fibras (1895)Informarnos sobre un problema/apéndiceCitas similares
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Rubén Darío

Aborreced las bocas que predicen desgracias eternas.

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Rubén Darío

Generalmente, los hombres risueños son sanos de corazón. La risa es la sal de la vida; la risa de un niño es como la loca música de la infancia.

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Wolfgang Amadeus Mozart

En Salzburgo no sé quién soy, lo soy todo y a veces nada, pero yo no pido tanto, y al mismo tiempo solo pido eso - pero solo algo - si solo soy algo en algún otro sitio lo sabría.

cita de Wolfgang Amadeus Mozart (1778)Informarnos sobre un problema/apéndiceCitas similares
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Miguel de Unamuno

Pues mira, un día de estos que no sabía bien qué hacer, pero sentía ansia de hacer algo, una comezón muy íntima, un escarabajeo de la fantasía, me dije: voy a escribir una novela, pero voy a escribirla como se vive, sin saber lo que vendrá.

Miguel de Unamuno en Niebla (1914)Informarnos sobre un problema/apéndiceCitas similares
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Eduardo Mendoza

Yo no dije en ningún momento que la novela hubiera muerto. Sólo dije que en estos momentos la novela tenía que replantearse su forma y su razón de ser.

Eduardo Mendoza en Funerales de la novela (1999)Informarnos sobre un problema/apéndiceCitas similares
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Rubén Darío

Sin la mujer, la vida es pura prosa.

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Rubén Darío

Si pequeña es la Patria, uno grande la sueña.

Rubén Darío en El canto errante (1907)Informarnos sobre un problema/apéndiceCitas similares
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Rubén Darío

Un buen libro es el mejor de los amigos, lo mismo hoy que siempre.

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Rubén Darío

Como invento, el teléfono es extraordinario, pero ¿para qué podrá servir?

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Rubén Darío

Abrojo 1

¡Día de dolor
aquel en que vuela
para siempre el ángel
del primer amor!

poema de Rubén Darío en Abrojos (1887)Informarnos sobre un problema/apéndiceCitas similares
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Virgilio

Yo escribí estos versos, otro se llevó los honores.

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Bram Stoker

La boca, por lo que podía ver de ella bajo el tupido bigote, era fina y tenía una apariencia más bien cruel, con unos dientes blancos peculiarmente agudos; éstos sobresalían sobre los labios, cuya notable rudeza mostraba una singular vitalidad en un hombre de su edad. En cuanto a lo demás, sus orejas eran pálidas y extremadamente puntiagudas en la parte superior; el mentón era amplio y fuerte, y las mejillas firmes, aunque delgadas. La tez era de una palidez extraordinaria.

Bram Stoker en Drácula (1897)Informarnos sobre un problema/apéndiceCitas similares
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Rubén Darío

No dejes apagar el entusiasmo, virtud tan valiosa como necesaria; trabaja, aspira, tiende siempre hacia la altura.

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Rubén Darío

Pues si te empeñas en soñar te empeñas en aventar la llama de tu vida.

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Rubén Darío

El libro es fuerza, es valor, es fuerza, es alimento; antorcha del pensamiento y manantial del amor.

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Rubén Darío

* * *

¡Gloria al buen catalán que hizo a la luz sumisa
jardinero de ideas, jardinero de sol
y al pincel y a la pluma y a la barba y a la risa
con que nos hace alegre la vida Rusiñol!

poema de Rubén Darío (12 enero 1914)Informarnos sobre un problema/apéndiceCitas similares
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Robert Louis Stevenson

No pido riquezas, ni esperanzas, ni amor, ni un amigo que me comprenda; todo lo que pido es el cielo sobre mí y un camino a mis pies.

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Rubén Darío

Poesía

¡Es con voz de la Biblia, o verso de Walt Whitman,
que habría que llegar hasta ti, Cazador!
Primitivo y moderno, sencillo y complicado,
con un algo de Washington y cuatro de Nemrod.
Eres los Estados Unidos,
eres el futuro invasor
de la América ingenua que tiene sangre indígena,
que aún reza a Jesucristo y aún habla en español.

Eres soberbio y fuerte ejemplar de tu raza;
eres culto, eres hábil; te opones a Tolstoy.
Y domando caballos, o asesinando tigres,
eres un Alejandro-Nabucodonosor.
(Eres un profesor de energía,
como dicen los locos de hoy.)
Crees que la vida es incendio,
que el progreso es erupción;
en donde pones la bala
el porvenir pones.
No.

Los Estados Unidos son potentes y grandes.
Cuando ellos se estremecen hay un hondo temblor
que pasa por las vértebras enormes de los Andes.
Si clamáis, se oye como el rugir del león.
Ya Hugo a Grant le dijo: «Las estrellas son vuestras».
(Apenas brilla, alzándose, el argentino sol
y la estrella chilena se levanta...) Sois ricos.
Juntáis al culto de Hércules el culto de Mammón;
y alumbrando el camino de la fácil conquista,
la Libertad levanta su antorcha en Nueva York.

Mas la América nuestra, que tenía poetas
desde los viejos tiempos de Netzahualcoyotl,
que ha guardado las huellas de los pies del gran Baco,
que el alfabeto pánico en un tiempo aprendió;
que consultó los astros, que conoció la Atlántida,
cuyo nombre nos llega resonando en Platón,
que desde los remotos momentos de su vida
vive de luz, de fuego, de perfume, de amor,
la América del gran Moctezuma, del Inca,
la América fragante de Cristóbal Colón,
la América católica, la América española,
la América en que dijo el noble Guatemoc:
«Yo no estoy en un lecho de rosas»; esa América
que tiembla de huracanes y que vive de Amor,
hombres de ojos sajones y alma bárbara, vive.
Y sueña. Y ama, y vibra; y es la hija del Sol.
Tened cuidado. ¡Vive la América española!
Hay mil cachorros sueltos del León Español.
Se necesitaría, Roosevelt, ser Dios mismo,
el Riflero terrible y el fuerte Cazador,
para poder tenernos en vuestras férreas garras.

Y, pues contáis con todo, falta una cosa: ¡Dios!

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Añadido por anónimo
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Rubén Darío

Lo Fatal

Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura porque esa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.

Ser y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror...
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por

lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,

¡y no saber adónde vamos,
ni de dónde venimos!...

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Añadido por Paul Abucean
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Rubén Darío

Canción de Otoño en Primavera

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...

Plural ha sido la celeste
historia de mi corazón.
Era una dulce niña, en este
mundo de duelo y de aflicción.

Miraba como el alba pura;
sonreía como una flor.
Era su cabellera obscura
hecha de noche y de dolor.

Yo era tímido como un niño.
Ella, naturalmente, fue,
para mi amor hecho de armiño,
Herodías y Salomé...

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...

Y más consoladora y más
halagadora y expresiva,
la otra fue más sensitiva
cual no pensé encontrar jamás.

Pues a su continua ternura
una pasión violenta unía.
En un peplo de gasa pura
una bacante se envolvía...

En sus brazos tomó mi ensueño
y lo arrulló como a un bebé...
Y te mató, triste y pequeño,
falto de luz, falto de fe...

Juventud, divino tesoro,
¡te fuiste para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...

Otra juzgó que era mi boca
el estuche de su pasión;
y que me roería, loca,
con sus dientes el corazón.

Poniendo en un amor de exceso
la mira de su voluntad,
mientras eran abrazo y beso
síntesis de la eternidad;

y de nuestra carne ligera
imaginar siempre un Edén,
sin pensar que la Primavera
y la carne acaban también...

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer.

¡Y las demás! En tantos climas,
en tantas tierras siempre son,
si no pretextos de mis rimas
fantasmas de mi corazón.

En vano busqué a la princesa
que estaba triste de esperar.
La vida es dura. Amarga y pesa.
¡Ya no hay princesa que cantar!

Mas a pesar del tiempo terco,
mi sed de amor no tiene fin;
con el cabello gris, me acerco
a los rosales del jardín...

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...
¡Mas es mía el Alba de oro!

poema de Rubén Darío (1905)Informarnos sobre un problema/apéndiceCitas similares
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