A la amada
Así el entero día en largo, incierto
sueño gimo; mas luego cuando aduna
la noche las estrellas y la luna,
frío el aire y de sombras ya cubierto,
donde el llano es selvoso y más desierto
lento entonces vagando, una por una,
palpo las llagas que la vil fortuna
y Amor y el mundo han en mi pecho abierto.
Tal vez cansado, apoyo me da un pino
o con mis esperanzas, allí donde
suena la onda, tal vez hablo y deliro.
Mas las iras del mundo y del destino
olvidando por ti, por ti suspiro
luz de mis ojos, ¿quién a mí te esconde?
poema de Ugo Foscolo, traducido por Clemente Althaus
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Balada de las damas de antaño
Decidme en qué comarca, decidme en dónde
encontrar a Flora, la beldad romana;
dónde Archipiada de la luz se esconde
y Thaís que fuera la su prima hermana;
Eco condenada a repetir, lejana,
el cantar del agua, del monte el ruido,
que tan bella fue cuando lo quiso el hado;
mas las mismas nieves del año pasado
¿adónde se han ido?
Decid dónde Heloísa está, la tan juiciosa,
por quien fue castrado y enclaustrado luego
Abelardo el Sabio en Saint-Denis famosa:
pagó con tal pena su imprudente fuego.
¿Dónde aquella reina está, asimismo agrego,
quien a Buridán, que la hubo poseído,
quiso que arrojaran al Sena embolsado?
Mas las mismas nieves del año pasado
¿adónde se han ido?
La reina Blanca como flor de lis
que con falsa voz de sirena cantaba,
Berta la del gran pie, Beatriz, Alís,
Haremburgis que en todo el Maine reinaba,
y la lorenesa Juana, buena y brava,
que en Rouen quemara el Inglés forajido,
Virgen soberana ¿dónde se han guardado?
Mas las mismas nieves del año pasado
¿adónde se han ido?
No buscaréis, Príncipe, año ni semana
un oculto sitio al que hayan escapado
sin que mi estribillo cante en vuestro oído:
"Mas las mismas nieves del año pasado
¿adónde se han ido?"
poema de François Villon en El Testamento (1461), traducido por Rubén Abel Reches
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Canto XXX
Tal vez a seis mil millas de nos lejana
hierve la sexta hora, y este mundo
inclina ya su sombra casi al lecho plano,
cuando el medio cielo, tan profundo,
comienza a cambiarse tanto, que alguna estrella
allá su aparecer pierde en el fondo;
y en cuanto viene la clarísima sierva
del Sol avanzando, entonces en el cielo
una a una se apagan hasta la más bella.
No de otro modo el triunfo que festeja
siempre en torno del punto que me venció,
como incluido en aquello que lo incluye,
de poco a poco de mi vista se extinguió;
por lo cual volví mis ojos a Beatriz
pues ya nada veía y me obligaba el amor.
Si cuanto hasta aquí de ella se dijo
encerrado fuera todo en una loa,
no podría ella cumplir su cometido.
La belleza que vi nos trasciende
no sólo allá, y tanto que ciertamente creo
que sólo su Hacedor la goza por entero.
En este paso más vencido me concedo
que lo fuera un autor de comedia
o de tragedia en el clímax de su tema;
pues, como el Sol a una flaca vista,
así el recuerdo de la dulce sonrisa
agotaba mi mente por mi mismo ya vacía.
Desde el primer día que vi su rostro
en esta vida, hasta llegar a esta vista,
de continuar mi canto no me vi privado,
pero ahora es necesario que desista
de ir ya más tras su belleza, poetizando,
como al cabo de sus fuerzas todo artista.
Así la dejo en manos de mayor bando
que el de mi tuba, que conduce
la ardua su materia terminando,
y con acto y voz de expedito guía
recomenzó: Hemos salido fuera
del mayor cuerpo al cielo que es luz pura:
luz intelectual, plena de amor;
amor de verdadero bien, lleno de dicha;
dicha que trasciende toda dulzura.
Aquí verás a ambas milicias
del paraíso, y a una con el mismo aspecto
en que la verás en la última justicia.
Como súbito relámpago que dispersa
los espíritus visivos, tal que priva
al ojo de ver más fuertes objetos,
así me circundó una luz viva,
y dejóme cegado con tal velo
su fulgor, que nada aparecía.
Siempre el amor que aquieta este cielo
con este saludo al que llega acoge
a fin de disponer a su llama la candela.
Tan pronto hubieron llegado a mí
estas breves palabras, comprendí
que había ascendido por encima de mis fuerzas;
y me reencendí en una visión nueva
tal que de ninguna luz más pura que fuera
no pudieran mis ojos defenderse de ella.
Y vi una luz viniendo como un río
fúlgido de fulgor, entre dos riberas
salpicadas de admirable primavera.
De la corriente brotaban centellas vivas,
que de todas partes llovían en las flores,
como rubíes que el oro circunscribe;
luego, como embriagadas de olores
sumergíanse en el admirable torbellino,
y la una se metía y la otra se salía afuera.
El gran deseo que ahora te inflama y urge,
que te expliquen lo que estás viendo,
tanto me place cuanto mayor insurge;
pero es preciso que de esta agua bebas
antes de que tanta sed en ti se sacie.
Así me dijo el sol de los ojos míos.
Y agregó todavía: El río y los topacios
que entran y salen y el sonreír de la hierba
como sombra de las veras son prefacios;
no que estas mismas cosas en sí sean acerbas;
mas por defecto de tu parte
porque tu visión no es aún tan soberbia.
No hay infante que tan súbito vuelva
su rostro a la leche, si despierta
más tarde de lo que acostumbra,
como yo por mejorar los espejos
de mis ojos, inclinándome a la onda
que se abre para que allí se prospere.
Y no bien de ella bebieron las cejas
de mis párpados, me pareció que la corriente
en su dimensión se hacía redonda.
Luego, como gente enmascarada
que se ve distinta que antes si desviste
la ajena figura que la esconde,
así se cambiaron en mayor fiesta
las flores y las centellas, en cuanto vi
a ambas las cortes del cielo manifiestas.
¡Oh esplendor de Dios por quien vi
el alto triunfo del veraz reino,
dame la virtud de contarlo como lo vi!
Luz hay allá arriba que hace visible
al creador a toda criatura
que de sólo verlo funda su paz.
Y se extiende en circular figura,
de tal tamaño que su circunferencia
sería del Sol demasiado amplia cintura;
de rayos consiste toda su apariencia
que se reflejan en la cumbre del primer móvil,
que obtiene de allí su vivir y su potencia.
Y como colina que en el agua sus laderas
espeja, como para verse bella,
cuando de verdura y flores rebosa
así, sobre la luz y flotando en torno,
vi espejarse en mil graderías las almas todas
que de nuestro mundo han hecho allí arriba su retorno.
Y si el ínfimo grado recoge
tan gran luz, ¡cuál será de esta rosa
la magnitud de sus extremas frondas!
Mi visión en lo amplio y en la altura
no se perdía, mas de todas las cosas prendía
el cuánto y el cuál de aquella alegría.
Cerca y lejos, allí, ni pone ni quita;
que donde Dios sin intermedios gobierna,
la ley natural no tiene cabida.
En el dorado centro de la rosa sempiterna,
que se dilata y se escala y resuma
olor de loas al Sol de la eterna primavera,
como quien calla y hablar quiere,
Beatriz me atrajo y dijo: ¡Mira
cuán grande es el convento de las estolas blancas!
¡Mira nuestra ciudad cuánto se extiende!
¡Mira nuestros escaños tan repletos,
que poca gente más se espera!
En esa gran sede en la que los ojos tienes
por la corona que ya está allí puesta,
antes que tú en estas nupcias cenes,
se sentará el alma, que ya fue augusta
del gran Enrique, que a enderezar Italia
vendrá antes que ella esté dispuesta.
La ciega codicia que os enferma,
os ha hecho como el niño
que muere de hambre y rechaza a la nodriza;
y hará que prefecto sea en el foro divino
un tal que en abierto y en cubierto
no andará con él por un mismo camino.
Mas poco será luego por Dios soportado
en el santo oficio: pues será arrojado
allá donde Simón Mago está por sus méritos
y hará que el de Anagni caiga aún más hondo.
poema de Dante Alighieri en La Divina Comedia, El Paraíso, traducido por Lic. Jorge Sanguinetti
Añadido por Dan Costinaş
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Dispárame, dispara
La tele apago ya
la mariposa sin la luz cayo
ah ...me pasa a mi tambien
es uno de mis limites
por cualquier cosa caigo yo
escalofrios siento cada vez
me lo decias siempre tu
siempre tu
yo te he dicho vete
siento el perfume de la ciudad
donde me encierro en soledad
este es otro de mis limites
cuando te pienso siento que
escalofríos me dan otra vez
he sido estupida yo lo se
yo lo se
yo lo se
no pienses mas en mi
apuntame y dispara
tu corazon he roto amor disparame dispara
no pienses mas en mi
no esperes de mi nada
tu corazon he roto
amor disparame dispara aqui ...aqui
se bien quien soy yo
aunque no haya leido freud
es mi manera de pensar
la que no puedo superar
solo por esto estoy aqui
y tu a miles de quilometros
que dormiras no se con quien
ahora alli
ahora alli
no pienses mas en mi
apuntame y dispara
el corazon te he roto
amor disparame dispara
no pienses mas en mi
no esperes de mi nada
el corazon te he roto
amor disparame dispara aqui
aqui
dispara aqui
dispara
no pienses mas en mi
apuntame y dispara
el corazon te he roto
amor disparame dispara
no pienses mas en mi
no esperes de mi nada
el corazon te he roto
amor disparame dispara aqui
aqui
amor dispara aqui
amor disparame dispara.
canción interpretada por Laura Pausini
Añadido por Simona Enache
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Poema de la soledad
Sí, tu niñez ya fábula de fuentes.
El tren y la mujer que llena el cielo,
tu soledad esquiva en los hoteles
y tu máscara pura de otro signo.
Es la niñez del mar y tu silencio
donde los sabios vidrios se quebraban,
es tu yerta ignorancia donde estuvo
mi torso limitado por el fuego.
Norma de amor te di, hombre de Apolo,
llanto con ruiseñor enajenado,
pero, pasto de ruina, te afilabas
para los breves sueños indecisos.
Pensamiento de enfrente, luz de ayer,
índices y señales del acaso.
Tu cintura de arena sin sosiego
atiende sólo rastros que no escalan,
pero yo he de buscar por los rincones
tu alma tibia sin ti que no te entiende,
con el dolor de Apolo detenido
con que he roto la máscara que llevas.
Allí, león, allí, furia del cielo,
te dejaré pacer en mis mejillas;
allí, caballo azul de mi locura,
pulso de nebulosa y minutero,
he de buscar las piedras de alacranes
y los vestidos de tu madre niña,
llanto de media noche y paño roto
que quitó luna de la sien del muerto.
Sí, tu niñez ya fábula de fuentes.
Alma extraña de mi hueco de venas,
te he de buscar pequeña y sin raíces,
¡Amor de siempre, amor, amor de nunca!
¡Oh, sí! Yo quiero. ¡Amor, amor! Dejadme.
No me tapen la boca los que buscan
espigas de Saturno por la nieve
o castran animales por un cielo,
clínica y selva de la anatomía.
Amor, amor, amor. Niñez del mar.
Tu alma tibia sin ti que no te entiende.
Amor, amor, un vuelo de la corza
por el pecho sin fin de la blancura.
Y tu niñez, amor, y tu niñez.
El tren y la mujer que llena el cielo,
Ni tú, ni yo, ni el aire, ni las hojas.
Sí, tu niñez ya fábula de fuentes.
poema de Federico García Lorca
Añadido por Dan Costinaş
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En un álbum
Te vi una vez de niña;
me pareciste flor de primavera
o capullo de rosa que exhalase
su virginal esencia.
Ahora dicen todos
que eres mujer bella...
¡Quiera Dios que en el lecho de las vírgenes
por largo tiempo en largo sueño duermas!
¡Que es el sueño más dulce
que duermen las hermosas en la Tierra!
poema de Rosalía de Castro
Añadido por Dan Costinaş
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Hamlet: Yo he oído, que tal vez asistiendo a una representación, hombres muy culpados han sido heridos en el alma con tal violencia por la ilusión del teatro, que a vista de todos han publicado sus delitos.
réplica en Hamlet, Acto II, Escena 2 de William Shakespeare (1599), traducido por Inarco Celenio
Añadido por Dan Costinaş
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Por qué te sorprende que un espíritu humano no pueda recordar de dónde ha venido, dónde se originó y dónde residía antes de nacer? En este mundo que es como un sueño, el espíritu humano está rodeado por un velo como el que forman las nubes ocultando las estrellas, y ya no puede seguir viendo su antigua morada espiritual. La labor del espíritu humano en la Tierra es purificar su corazón para ver a través de ese velo y centrarse en el reino espiritual. El corazón debe penetrar el misterio de esta vida y percibir el principio y el final con una clara visión.
Rumi en Masnavi, IV
Añadido por Simona Enache
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Crepúsculo
Dobladilla nubes con púrpura, una vez, y otra vez
El espectáculo es diario, gratuito, y completo.
El actor sol nunca se cansa,
Sólo nosotros sí que jugamos el último acto, injusto, anticuado,
Luego partiremos hacía un horizonte más oscuro...
Casi solos, y para siempre, y tal vez demasiado lento.
poema de Adriana Maria Niţă en Algoritm literar (2013), traducido por Dan Costinaş
Añadido por Dan Costinaş
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Red cautivadora
En la extensión mojada,
lejos de las habitaciones y las leyes,
desveló el nuevo día,
alto ya el sol, una congoja
de salinas y esteros (charcos) extasiados, de rostros
quemados en el mar, de vida quieta
y esperante, bajo la luz del Sur.
Había una charca negra. Los cardúmenes (bancos de peces),
desposeídos antes de su casa sin límite,
arreados más tarde
por las grandes cuadrículas amargas de la sal,
giraban en silencio; hacia la superficie
se conmovió lo negro de repente
en vastos y callados remolinos, como si contuviera
una culpa incallable, mas no llegó a brillar
un anhelante lomo que del aire
lo esperase aún todo.
Hundiéndose hasta el pecho entonces
en los limos (lodales) inmemoriales,
un hombre, cinco, siete, trabaron ya las aguas,
las mallas, las señales
del terror; todo comenzó a hervir
y el estéril fragor de los saltos subía,
en columna de cuerpos traicionados,
hasta colmar la oscura lancha, las riberas,
el húmedo y desierto amanecer.
Cuánta vida acosada,
pugnando por salvarse, debatía
una batalla desoída y múltiple
de vanas contorsiones, inútiles
maniobras, intentos
contra la trampa última,
sólo a una anticipada muerte conducentes.
poema de Fernando Quiñones
Añadido por Dan Costinaş
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Y mirá que apenas nos conocíamos y ya la vida urdía lo necesario para desencontrarnos minuciosamente. Como no sabías disimular me di cuenta en seguida de que para verte como yo quería era necesario empezar por cerrar los ojos, y entonces primero cosas como estrellas amarillas (moviéndose en una jalea de terciopelo), luego saltos rojos del humor y de las horas, ingreso paulatino en un mundo - Maga que era la torpeza y la confusión pero también helechos con la firma de la arena Klee, el circo Miró, los espejos de ceniza Vieira da Silva, un mundo donde te movías como un caballo de ajedrez que se moviera como una torre que se moviera como un alfil.
Julio Cortázar en Rayuela (1963)
Añadido por Dan Costinaş
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El pájaro, entre nuestros hermanos de sangre el de vivir más ardiente, conduce hasta los confines del día un singular destino. Emigrante y hechizado por el crecimiento del sol, viaja de noche, al ser los días demasiado cortos para su actividad. En época de luna gris, color muérdago de las Galias, puebla con su espectro la profecía de las noches. Y su grito entonces es el mismo grito de la aurora: grito de guerra santa a cuchillo. En el brazo de su ala, el balanceo inmenso de una doble estación y bajo la curva del vuelo, la curvatura misma de la tierra.
Saint-John Perse en Pájaros (1962)
Añadido por Dan Costinaş
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Cómico 2º: Cuan grande es el amor que a vos me inclina, las pruebas lo dirán que dadas tengo; pues tal es mi temor. Si un fino amante, sin motivo tal vez, vive temiendo; la que al veros así toda es temores, muy puro amor abrigará en el pecho.
réplica en Hamlet, Acto III, Escena 2 de William Shakespeare (1599), traducido por Inarco Celenio
Añadido por Dan Costinaş
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Canto I
La gloria de aquel que todo mueve
penetra el universo, y resplandece
en una parte más y en otra menos.
En el cielo que más de su luz prende
fui yo, y vi cosas que redecir
no sabe ni puede el que de allí desciende;
porque acercándose a su deseo,
nuestro intelecto se ahonda tanto,
que tras él la memoria ir no puede.
En verdad cuanto del reino santo
pudo mi mente acumular tesoro,
será ahora materia de mi canto.
¡O buen Apolo!, al último afán
hazme ser de tu valor tal vaso
como exiges para dar el laurel amado.
Hasta aquí una cumbre del Parnaso
asaz me fue; mas ahora con ambas
me es preciso entrar en la faltante arena.
Entra en mi pecho e inspira tal aliento
como cuando de Marsias arrancaste
de los miembros la piel.
¡Oh divina virtud! Si me otorgaras
tanto que la sombra del beato reino
signada en mi cabeza manifieste,
llegar verásme a tu amado leño,
y coronarme entonces de aquellas hojas
de las que el tema y tú me harán digno.
Si raras veces, Padre, se las coge
para triunfar ya césar o poeta,
culpa y vergüenza es del querer humano,
que parir alegría para la alegre
deífica deidad debería la fronda
penea, cuando de sí a alguien asedienta.
A pequeña chispa gran llama secunda:
quizá detrás de mí con mejor voz
se invocará para que Cirra responda.
Surge a los mortales por diversas bocas
la lucerna del mundo; mas de aquella
que cuatro cercos junta con tres cruces,
con mejor curso y con mejor estrella
de ella sale conjunta, y la mundana cera
más a su modo atempera y sella.
Formado había allá la mañana y acá la puesta
aquella boca casi, y allá era todo blanco
el hemisferio, y acá la otra parte negra,
cuando a Beatriz a su siniestro lado
vi volverse y mirar al Sol;
un águila así no lo miró tan fijo nunca.
Y así como el segundo royo suele
brotar del primero y rebotar asuso,
como peregrino que retornar quiere,
así su acto, por los ojos infuso
en mi fantasía, mío se hizo,
y clavé los ojos en el Sol allende nuestro uso.
Mucho es permitido allá, que aquí no se permite
a nuestras virtudes, en razón del lugar
que es propio de la humana especie.
No lo sufrí mucho, pero no tan poco
que no lo viera centellear en torno
como del fuego el hierro sale candente;
y de golpe pareció que un día a otro
se uniera, como si Aquel que puede
pusiera al cielo de otro Sol adorno.
Beatriz toda en las eternas ruedas
fijos los ojos tenía; y yo en ella
mis luces puse, de allá arriba depuestas.
En su figura me metí tan adentro,
como en el mar Glauco al gustar la hierba,
que consorte lo hizo de los demás dioses.
Transhumanar significar per verba
no se podría; pero el ejemplo baste
a quien vivirlo la gracia otorgue.
Si de mi sólo quedaba aquello que creaste
últimamente, ¡Oh amor que el cielo gobiernas!
tú lo sabes, que con tu luz me elevaste.
Cuando la rueda, que tú eternamente
deseado, a ella mi atención sedujo
con la armonía que tú temperas y disciernes,
mostróseme entonces tan inflamado el cielo
por la llama del Sol, como lluvia o rio
no podrían hinchar algo más un lago.
La novedad del son y la gran lumbre
por sí mismas encendieron en mí tal deseo
como nunca antes hube de sentirlo tan agudo;
y entones ella, que me veía como yo me veo,
para aquietarme el ánimo revuelto,
antes que yo lo pidiera, abrió la boca
y comenzó: Tú mismo te haces grueso
con el falso imaginar, de modo que no ves
lo que verías si mejor lo sacudieras.
No estás en la tierra, como tú crees;
no hay fulgor que huyendo de su sitio,
no corra como tú que a ella vuelves.
Si de la primera duda fui desvestido
por las sonrientes palabritas breves,
dentro de otra más nueva fui vestido;
y dije: Antes contento reposé
con gran asombro, mas ahora me admiro
como pueda traspasar por estos cuerpos leves.
Entonces ella, tras un pío suspiro,
los ojos dirigió a mí con el semblante
de una madre ante el delirio de su hijo,
y comenzó: Las cosas todas ellas
guardan entre sí un orden, que es la forma
que a Dios el universo hace semejante.
Aquí las nobles criaturas ven la huella
del eterno valor, que es el fin
para el que fue hecha la indicada norma.
Al orden que yo digo se inclinan
todas las criaturas, de diversas formas,
más a su principio o menos vecinas;
por donde corren a diversos puertos
por el gran mar del ser, y cada una
con el instinto conductor que le fue dado.
Uno arrastra el fuego hacia la Luna;
otro el corazón mortal motora;
otra la tierra restringe en sí y aduna;
y no sólo a las criaturas que son
sin inteligencia este arco saeta,
mas a las que tienen intelecto y amor.
La providencia, que todo regula,
con su luz mantiene siempre quieto al cielo,
dentro del cual está el que gira con mayor presteza
y entonces a allí, como a lugar preciso,
conduce la virtud de aquella cuerda
que, lo que dispara, a feliz blanco endereza.
Verdad es que muchas veces la forma
no se ajusta a la intención del arte,
porque a responder la materia es sorda,
así a veces de este curso se aparta
la criatura que tiene el poder
de plegarse, aunque así ordenada, a otra parte,
y, tal como verse puede caer
fuego de nube, así el ímpetu primero
a tierra baja desviado por falso placer.
No debes pues admirarte, si bien estimo,
de tu subida, más que del río que
del alto monte desciende a bajo sitio.
Maravilla sería en ti, si, de impedimento
libre, abajo te quedaras quieto,
como si a tierra se adhiriera el fuego vivo.
Entonces retorné la vista al cielo.
poema de Dante Alighieri en La Divina Comedia, El Paraíso, traducido por Lic. Jorge Sanguinetti
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Cuatro cantos de mi tierra
I
Tabasco en sangre madura
y en mi su poder sangró.
Agua y tierra el sol se jura;
y en nubarrón de espesura
la joven tierra surgió.
Tus hidrógenos caminos
a toda voz transité
y en tu oxígeno silbé
mis pulmones campesinos.
A puños sembré mi vida
de tu fuerza vendaval
que azúcar cañaveral
espolvorea en la huida.
El tiempo total verdea
y el espacio quema y brilla.
El agua mete la quilla
y de monte a mar sondea.
Pedacería de espejo.
La selva, encerrada, ulula.
Casi por cada reflejo
pájaro que se modula.
Más agua que tierra. Aguaje
para prolongar la sed.
La tierra vive a merced
del agua que suba o baje.
Cuando la selva repasa
su abecedario animal
relámpago vertebral
de caoba a cedro pasa.
Flota de isletas fluviales
varó en flor la soledad.
Son de todo eternidad
y de nada temporales.
El mediodía tajado
de algún fruto tropical
tiene un sabor de cristal
sonoramente mojado.
Hay en la noche un instante
de vida, que si durara,
húmeda la muerte alzara
cual un terrible diamante.
Y a veces en la ribera
es tan fina la mañana
que la sonrisa primera
todo el día nos hermana.
Tiempo de Tabasco; en hondo
suspiro te gozo así.
Contigo, cerca de mí
tiempo de morir escondo.
Arde en Tabasco la vida
de tal suerte, que la muerte
vive por morir hendida,
de un gran hachazo de vida
que da, sin querer, la suerte.
II
La ceiba es un árbol gris
de gigantesca figura.
Se ve su musculatura
medio manchada de gis.
Es el árbol que hace todo;
yo lo he visto trabajar
y en la tarde modelar
sus pajaritos de lodo.
Ceiba desnuda y campal
cuya fuerza liberó
bosque y cielo y estrenó
su claro de matorral.
En desnudo pugilato
parece que así despejas
el campo y que le aconsejas
a todo árbol buen recato.
Navegando por el río,
súbitamente apareces.
Te he visto así, tantas veces,
y el asombro es siempre mío.
Cuando en el atardecer
todo Tabasco decrece
y el aire en los cielos mece
lo que ya no pudo ser,
con qué bárbara grandeza
das la razón al paisaje
que con oscura certeza
se adueñó de algún celaje
con que así la noche empieza.
Ceiba te dije y te digo:
colgaré mí corazón
de un retoño de tu abrigo;
tendrá su sangre contigo
altura y vegetación.
III
Una laguna que llega
y una laguna que va.
Si la luz de frente anega
o la luz de lado da
el jacintal que congrega
su poesía despliega
que en mi voz cintilará.
Hay más laguna que luna
en la noche que es tan clara.
Semeja que el cielo usara
luz modal de la laguna.
Hay más laguna que luna.
Tiempo lagunar que cabe
para siempre en nuestra vida.
Que no se cierre la herida
que por su boca se sabe
la llegada y la partida.
Estábamos la laguna
y yo.
Como esa noche...
Con más laguna que luna
la noche se desnudó.
Sudor de intemperie humana
que el aire sutil saló
y en su humedad levantó
flor lujuria rusticana.
Tu adolescencia suspira
junto a mi pecho velludo.
El tiempo es tiempo desnudo
y su largo cuerpo estira.
Si por besarte viví
con más laguna que luna,
fue más luna que bebí
que el agua de la laguna
que a raya en cielos tendí.
Como esa noche...
IV
El agua es laguna o río.
Un espejo se quebró.
Por todos lados miró
la desnudez del estío.
Con el agua a la rodilla
vive Tabasco. Así dama
de abril a octubre la flama
que hace callar toda arcilla.
Si por boca de la selva
largó la verdad su grito,
miente el silencio infinito
del agua que el agua envuelva.
Llueve lejos, por la sierra.
Llueve a tambor y clarín.
Toro del agua, festín
corre por toda la tierra.
Joven terrón cuaternario,
por tu cuerpo de aluvión
sangra el verde corazón
de tu enorme pecho agrario.
Lo que muere y lo que vive
junto al agua vive y muere.
Si en lluvia el cielo así quiere
moje su noche en aljibe.
Más agua que tierra. Aguaje
para prolongar la sed.
La tierra vive a merced
del agua que suba o baje.
Brillan los laguneríos;
en la tarde tropical
actitud de garza real
torna el aire de los ríos.
La noche en lluvia y batracio
retiñe el nocturno verde
y al otro día se muerde
verde el verde del espacio.
Agua de Tabasco vengo
y agua de Tabasco voy.
De agua hermosa es mi abolengo;
y es por eso que aquí estoy
dichoso con lo que tengo.
poema de Carlos Pellicer (1943)
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Atardecer
Con perfiles de muertos héroes
llenas, luna,
bosques en silencio,
luna de guadaña...
Con el dulce abrazo de los amantes,
sombras de épocas célebres
los peñascos mohosos en torno;
tal es el tono azulado
que irradia el cielo en dirección a la ciudad,
donde, fría y perversa,
mora estirpe corrupta,
y el blanco nieto
urde oscuros futuros.
Vosotras, sombras devoradas por la luna,
alzáis vuestros suspiros
en el vacío cristal
del lago de montaña.
poema de Georg Trakl, traducido por José Miguel Mínguez
Añadido por Dan Costinaş
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Aparezca, una vez más, en la historia del mundo el infinito poder salvador de la Redención: poder del Amor misericordioso. Que éste detenga el mal. Que transforme las conciencias. Que en tu Corazón Inmaculado se abra a todos la luz de la Esperanza.
cita de Juan Pablo II (1984)
Añadido por Dan Costinaş
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Vete amor
Vete amor,
que todavía estamos a tiempo,
crees que no,
despreocupado estás contento,
vete amor,
que paz ya no tendré ni tendrás,
perderemos el sueño.
Crees que no,
los trenes y algún paragüas,
incluso el periódico leeremos mal,
querido verás,
nos preguntaremos cómo es posible
que el mundo lo sepa todo de nosotros.
Tal vez te llamaré
"diablillo (trastito) amoroso"
y "dudú dadadá",
y tu nombre será el nombre de cada ciudad,
de un gatito regado que maullará,
tu nombre estará en un cartel que hace,
de la publicidad, en la calle para mí
y yo con la nariz hacia arriba la cabeza sacudiré,
siempre allí, siempre tú...
todavía un poco más
y después todavía no lo sé.
Vete amor,
mi bárbaro invasor,
crees que no,
sonriente timador.
Vete un rato,
que paz ya no tendré ni tendrás,
vete o tendremos problemas.
Y pequeñas disputas, querido, verás
la guerra estelar que vendrá,
nuestro amor estará allí,
tembloroso (vibrante) y brillante, así...
Una vez más te llamaré
"diablillo (trastito) amoroso"
y "dudú dadadá",
y tu nombre será el frío y la oscuridad,
un gatazo desgreñado que me arañará,
tu amor será un mes de sequía
y en el cielo no hay lluvia fresca para mí
y yo con la nariz hacia arriba la cabeza perderé,
siempre allí, siempre tú...
todavía un poco más
y después todavía no lo sé.
Una vez más te llamaré
"diablillo (trastito) amoroso"
y "dudú dadadá",
y tu nombre será el nombre de cada ciudad,
de un gatito regado que maullará,
tu nombre estará en un cartel que hace,
de la publicidad, en la calle para mí
y yo con la nariz hacia arriba la cabeza sacudiré,
siempre allí, siempre tú...
todavía un poco más
y después todavía no lo sé.
canción interpretada por Amedeo Minghi y Mietta
Añadido por Simona Enache
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Cantar es de amor
Como una ficción
si no de sangre, si de rojo
agua, sal y no las lágrimas bebí.
En el fragor de la batalla
corazones vuelve y baja
son caballos al galope sobre ti.
Amarse es darnos a la fuga
lo hemos dicho, lo hemos hecho, si.
No debe ser verdad,
que si la dices no la dices más.
Esa ilusion tan mía, sincera.
Que se escurre fiera,
por los dedos de la vida
con sonidos, con imágenes de ti.
Maravillosas confusiones,
entre diálogos y voces
cada beso apasionado es humo.
Pero no es la verdad
que siempre es otra
historia amor, la Lei
esa que mi pesar, es de amor
Es improvisada, no es el viento, no es la playa
no es la lluvia que constante nos caía.
Amarse es como encaramarse
por pantallas de ilusiones
y creerse que la hiedra es realidad.
Es la mentira niña mía
una nariz muy larga, un hasta pronto.
No puede ser verdad,
que si la dices, no la dices más.
Estrella que se va
que como yo, tú la revivirás
cuando el amor que es mío, te cantaréeeeeee.
Es cuando tantos juramentos que te hice
han sido engaños
a la vida, cada día escapará.
Amarse y luego comprender
es
en ti
No puede ser verdad
que si la dices, no la dices más
esa ilusión tan mía, sincera.
El que ama canta,
tras las voces de la vida
en el agua que se encuentra con su río.
Tal vez no deba de cantar
si no es de amor, seremos mudos,
pero alguno debe hacerlo.
Solo yo que te canto aún
voy como en fuga hacia tu corazón.
No puede ser verdad
que si la dices, no la dices más
Porque cantarte es de amor
es de amor
es de amor.
canción interpretada por Amedeo Minghi
Añadido por Simona Enache
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Nostalgia
Hace ya diez años
que recorro el mundo.
¡He vivido poco!
¡Me he cansado mucho!
Quien vive de prisa no vive de veras,
quien no echa raíces no puede dar frutos.
Ser río que recorre, ser nube que pasa,
sin dejar recuerdo ni rastro ninguno,
es triste y más triste para quien se siente
nube en lo elevado, río en lo profundo.
Quisiera ser árbol mejor que ser ave,
quisiera ser leño mejor que ser humo;
y al viaje que cansa
prefiero terruño;
la ciudad nativa con sus campanarios,
arcaicos balcones, portales vetustos
y calles estrechas, como si las casas
tampoco quisieran separarse mucho...
Estoy en la orilla
de un sendero abrupto.
Miro la serpiente de la carretera
que en cada montaña da vueltas a un nudo;
y entonces comprendo que el camino es largo,
que el terreno es brusco,
que la cuesta es ardua,
que el paisaje es mustio...
¡Señor! ¡Ya me canso de viajar! ¡Ya siento
nostalgia, ya ansío descansar muy junto
de los míos!... Todos rodearán mi asiento
para que les diga mis penas y mis triunfos;
y yo, a la manera del que recorriera
un álbum de cromos, contaré con gusto
las mil y una noches de mis aventuras
y acabaré en esta frase de infortunio:
-¡He vivido poco!
¡Me he cansado mucho!
poema de José Santos Chocano
Añadido por Dan Costinaş
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Shakespeare
Shakespeare creó el mundo en siete días.
En el primero hizo el cielo, los montes y los abismos del alma.
El segundo día hizo los ríos, mares, océanos
Y demás sentimientos ---
Y se los ofreció a Hamlet, Julio César, Antonio, Cleopatra y Ofelia,
A Otelo y a otros,
Para que los dominaran ellos y sus descendientes
Por los siglos de los siglos.
El tercer día congregó a todos los hombres
Y les enseñó los gustos:
El gusto de la felicidad, del amor, del desconsuelo
El gusto de los celos, de la gloria, y siguió así
Hasta que se acabaron todos los gustos.
Luego aparecieron unos indivíduos que habían llegado tarde.
El Creador les acarició, compasivo la cabeza,
Y les dijo que no les quedaba otra cosa sino hacerse
Críticos literarios
Y contestar su obra.
Reservó el cuarto y el quinto día para la risa.
Soltó a los bufones
Con sus cabriolas
Y dejó a los reyes, emperadores
Y a otros infelices que se divirtieran.
El sexto día resolvió algunos problemas administrativos:
Urdió una tempestad,
Y enseñó al rey Lear
A llevar corona de paja.
Quedaban unos cuantos desechos tras la Creación
Con los que forjó a Ricardo III.
El séptimo día se dedicó a comprobar si le quedaba algo por hacer.
Los directores de teatro ya tenían la tierra llena de carteles,
Y pensó Shakespeare que tal vez merecía después de toda su fatiga
Ser simple espectador por una vez.
Pero antes de nada, puesto que estaba cansado sobremanera,
Se fue a morir un rato.
poema de Marin Sorescu, traducido por Catalina Iliescu
Añadido por Dan Costinaş
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