Según el magistrado, eran numerosas las ocasiones en las que las pruebas que podían delatar un crimen permanecían ocultas en las heridas, y para descubrirlas era preciso conocerlas y estudiarlas, no como un juez, sino como un cirujano.
Antonio Garrido en El lector de cadáveres (2011)
Añadido por Dan Costinaş
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