Pues cosa que nadie sabe, no llega a ser auténtica realidad.
Apuleyo en El asno de oro
Añadido por Dan Costinaş
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La causa, el único motivo del mal que me aqueja, como también el único y exclusivo remedio de mis males, eres tú, tú en persona. Tus ojos han penetrado por los míos hasta el fondo de mi corazón y han promovido una llama que me abrasa hasta la médula. Ten, pues, piedad de una mujer que por ti se muere.
Apuleyo en El asno de oro
Añadido por Dan Costinaş
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¿Por qué os atormentáis en los últimos años de vuestra existencia llorando sin parar? ¿Por qué os agotáis las energías de vuestra vida (más mía que vuestra) en interrumpidos sollozos? ¿Por qué afeáis con lágrimas inútiles vuestros rostros, que para mí son adorables? ¿Por qué irritáis mis ojos con la irritación de los vuestros? ¿Por qué os arrancáis vuestra blanca cabellera? ¿Por qué zaherís, uno ese pecho, la otra ese seno que yo tengo por sagrados?
Apuleyo en El asno de oro
Añadido por Dan Costinaş
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