A un hombre de gran nariz
Érase un hombre a una nariz pegado,
Érase una nariz superlativa,
Érase una alquitara medio viva,
Érase un peje espada mal barbado;
Era un reloj de sol mal encarado.
Érase un elefante boca arriba,
Érase una nariz sayón y escriba,
Un Ovidio Nasón mal narigado.
Érase el espolón de una galera,
Érase una pirámide de Egito,
Los doce tribus de narices era;
Érase un naricÃsimo infinito,
Frisón archinariz, caratulera,
Sabañón garrafal morado y frito.
poema de Francisco de Quevedo (1648)
Añadido por Dan Costinaş
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Amor constante, más allá de la muerte
Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco dÃa,
y podrá desatar esta alma mÃa
hora a su afán ansioso lisonjera;
mas no, de esotra parte, en la ribera,
dejará la memoria, en donde ardÃa:
nadar sabe mi llama la agua frÃa,
y perder el respeto a ley severa.
Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
medulas que han gloriosamente ardido,
su cuerpo dejará, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.
poema de Francisco de Quevedo (1648)
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A la edad de las mujeres
De quince a veinte es niña; buena moza
de veinte a veinticinco, y por la cuenta
gentil mujer de veinticinco a treinta.
Dichoso aquel que en tal edad la goza!
De treinta a treinta y cinco no alboroza;
mas puédese comer con sal pimienta;
pero de treinta y cinco hasta cuarenta
anda en vÃsperas ya de una coroza.
A los cuarenta y cinco es bachillera,
ganguea, pide y juega del vocablo;
cumplidos los cincuenta, da en santera,
y a los cincuenta y cinco echa el retablo.
Niña, moza, mujer, vieja, hechicera,
bruja y santera, se la lleva el diablo.
poema de Francisco de Quevedo (1648)
Añadido por Dan Costinaş
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Soneto amoroso
Si dios eres, Amor, ¿cuál es tu cielo?
Si señor, ¿de qué renta y de qué estados?
¿Adónde están tus siervos y criados?
¿Dónde tienes tu asiento en este suelo?
Si te disfraza nuestro mortal velo,
¿cuáles son tus desiertos y apartados?
Si rico, ¿do tus bienes vinculados?
¿Cómo te veo desnudo al sol y al yelo?
¿Sabes qué me parece, Amor, de aquesto?
Que el pintarte con alas y vendado,
es que de ti el pintor y el mundo juega.
Y yo también, pues sólo el rostro honesto
de mi Lisis asà te ha acobardado,
que pareces, Amor, gallina ciega.
poema de Francisco de Quevedo
Añadido por Dan Costinaş
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